4 / Análisis de Mariana Gutheim / Miércoles 24 de Marzo, 2010

Exploración del mundo percibido: la animalidad

Tras haber visto que “cada cosa tiene cierto estilo de ser que la convierte en un espejo de las conductas humanas” en el capítulo anterior, continúa hablando del rol e importancia del animal, el niño, el primitivo y el loco en el pensamiento clásico y moderno.

El pensamiento cartesiano clásico, considera al animal como una “suma de engranajes”, habla del conocimiento de los niños y de los enfermos como un pensamiento rudimentario que no intenta conocer ni explicar, simplemente lo considera alejado del pensamiento del hombre y, en cuanto a los primitivos, tal como explica Voltaire en su “Ensayo sobre las costumbres” solo se encontraba “una serie de absurdidades inexplicables”. Esta indiferencia de los pensadores clásicos para con los animales, los niños, los locos y los primitivos viene por el hecho de que ellos consideraban que existía un “hombre consumado, destinado a ser “dueño y poseedor” de la naturaleza”. Esta afirmación llevaría al hombre a un lugar en donde debería poder explicar estas anomalías que mantienen al animal, al niño, al loco y al primitivo alejados de la verdad pero esto respondería mas que nada a curiosidades psicológicas.

Estos mundos no poseen coherencia, lo “normal” debería entonces preocuparse por estas anomalías ya que no estaría exento de ellas: es necesario reconocer también las “raíces irracionales de esta vida”. El arte y el pensamiento moderno reconsideran las formas de la existencia mas alejadas de nosotros, porque manifiestan ese movimiento mediante el cual todos tratamos de darle forma a un mundo que no esta predestinado a nuestras acciones y conocimientos.

“Mientras que el racionalismo clásico no ponía ningún medio entre la materia y la inteligencia y ponía a los seres vivos, si no son inteligentes, en el rango de simples maquinas (...) los psicólogos de hoy, nos muestran que hay una percepción de la vida cuya modalidades intentan describir.”

Seria entonces necesario prestarnos al espectáculo de la animalidad para percibir que el mundo en el que vivimos no esta hecho solo de cosas y de espacio sino que cada ser vivo dibuja su entorno a través de gestos y comportamientos y que solo liberandonos a la animalidad podremos tener una visión de las cosas diferentes a la nuestra.

Freud mostró que “el niño se ve, ve a sus padres y los conflictos que tiene con ellos en los animales que encuentra”. Los animales representarían los mecanismos encargados de llevar lo humano a lo sobrehumano.

La animalidad, nuestra sensibilidad, lo primitivo, esa intuición que nos guía, que nos hace llegar a donde queremos llegar, que nos eleva (nos hace pasar [modificar] niveles) nos permite pintar. Esa animalidad permite percibir, ser niño, loco o primitivo. Tocar, ver, admirar y apreciar (tocar, tocar, tocar todo) sin prejuicios, sin “normalidades”.

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