Teoría del arte asiático V / Resumen colectivo / mayo 18

El arte asiático es ideal en el sentido matemático: no en la apariencia, sino en la operación. No representa un mundo “idealizado” en el sentido popular, sentimental o religioso de la palabra, es decir, un mundo remodelado según el deseo del corazón.

Lo subjetivo y lo objetivo son articulados, de manera que ninguna de ambos debe considerarse real si excluye al otro. La realidad está en donde lo inteligible (lo referente al pensamiento) y lo sensible (lo percibido por los sentidos) se encuentran, y no puede pensarse como existiendo en sí misma fuera y aparte, sino como conocimiento o visión, es decir, sólo en acto, solo cuando ambos (pensamientos y sentidos) se enfocan en una misma dirección.

Según Aristóteles, la realidad es la identidad o identificación del alma con lo que conoce, o según Sto. Tomás, “el conocimiento tiene lugar en la medida que el objeto conocido está dentro del conocedor”, en clara contradicción con la concepción de que el conocimiento y el ser son actos independientes.

La expresión retórica el joven es un león demuestra claramente lo que se entiende por “imitación” estética. Explica la relación del conocimiento con su objeto, diciendo que el conocimiento surge sólo en el acto de conocer, por una asimilación inmediata de su objeto, no existiendo ni el conocedor ni lo conocido aparte del acto del conocimiento. La naturaleza de la asimilación se ilustra por el representación de la semilla y el fruto, que es de causalidad recíproca, el fruto contiene la semilla, esa misma que lo hizo posible.

La representación estética no implica naturalismo, verosimilitud, ilustración o ilusión en sentido superficial.

Un comentario del siglo doce o trece afirma: Los seis miembros de la pintura son, diferenciación de los tipos, cánones de proporción, incorporación de sentimiento y encanto, correspondencia de elementos formales y pictóricos y la preparación de pigmentos.

Otro comentario: Los Ocho Miembros son, el lápiz, preparación del soporte, trabajo de diseño, planteo de grandes volúmenes coloreados, sombreado, es decir, indicación del modelado plástico o relieve, correcciones y contornos finales.

La representación se define como “la condición de abrazar en sí mismo cosas de una naturaleza múltiple que son distintas de sí mismo”, o más brevemente la condición de la “identidad en la diferencia”. Entonces, representar es similitud, pero como “símil” no como “simulacro”. Es obvio que la semejanza entre una cosa y la representación de esa cosa no puede ser una semejanza de naturaleza, sino que debe ser analógica o ejemplaria, o ambas cosas. Lo que imita la representación es la idea o la especie, el genero de la cosa, su “esencia”, por la cual ella es conocida intelectualmente, más que la sustancia de la cosa como ella es percibida por los sentidos.

Sin embargo representación, “correspondencia visual”, ha sido mal interpretada comúnmente como teniendo que ver con dos apariencias, la de la obra de arte y la del modelo. En realidad, se refiere a una cualidad auto-contenida dentro de la obra de arte misma, a una correspondencia de los factores mentales y sensoriales en la obra. Esta correspondencia es ciertamente análoga a la correspondencia de la persona y la sustancia en la cosa que ha de ser “imitada”; pero el objeto y la obra de arte están determinados independientemente, cada uno para su propio bien, y son físicamente inconmensurables, siendo lo mismo sólo en cuanto al tipo.

La Representación, como el terreno de la pintura, puede compararse al cuerpo de la poesía, definido como el “consenso del sonido y el significado”, que denota la coordinación del concepto y el percepto (percepto: lo que vincula inmediatamente al sujeto con el objeto) esencial para el conocimiento.

El sonido y el significado como «letra y espíritu» se examinan desde otro punto de vista, el de la inadecuación de las palabras. El sonido es el hecho físico, las palabras son una indicación, un señalar el camino (“la plenitud del significado no está contenido en la letra”).

El significado es una manera de percepción interior, que ha de adivinarse sólo por una actividad del intelecto en distinción de todas las ideas asociadas. Pero, si bien las palabras u otras imágenes son necesariamente medios incompletos de afirmación y de comunicación, el símbolo dado puede ser perfecto en el sentido de que no podría haberse encontrado mejor, de la misma manera que el reflejo de la luna en el agua inmóvil puede llamarse perfecto, aunque la luna esté en ahí solo como una imagen.

Así como el reflejo (como sustancia) no es un doble de la luna, así la obra de arte no puede ser un doble de su sujeto, aunque pueda ser, según la pericia del trabajador, una incorporación perfecta de la imagen mental presente a su consciencia. La imagen, tanto en la mente como en la obra, es sólo un medio para el conocimiento, no conocimiento en sí misma. El arte en el artista es la identidad indivisible de forma y concepto, de elementos formales y pictóricos en su mente. El arte en la obra es la incorporación de esta identidad en un material dado. Lo que se entiende en uno y otro casos por la concomitancia de sonido y sentido, elementos pictóricos y formales, puede inferirse de dos-en-uno, con-mezclados como un sonido y su significado, la literatura es la unidad de sonido y sentido. El sonido y el sentido, los elementos pictóricos y formales, son el cuerpo del arte, pero estos elementos inteligibles no son el alma o contenido último del arte.

La percepción empírica afirma que el conocimiento de un objeto presentado a los sentidos consiste en una coordinación entre la forma asumida por la consciencia que percibe y el aspecto presentado por el objeto, es decir la relación entre el intelecto del pintor y lo que se percibe del objeto con los sentidos. La definición de “similaridad de cosas extremadamente desimilares” implica semejanza por analogía. En cualquier caso, los términos se refieren, no a una semejanza entre cosas (símbolo y referente, pintura y modelo) sino a una correspondencia entre ideas y cosas. Esta correspondencia tiende hacia la identidad en niveles de referencia más altos, pero alcanza esta identidad sólo en lo Absoluto, experimentado “como un relámpago de iluminación” como en la consumación de la contemplación.

Que representación no significa semejanza visual se ve en el hecho de que es ese tipo de semejanza o analogía que está implicada en la metáfora. La metáfora consiste en la supresión de la diferencia de sentido entre dos términos distintos, por medio de una correspondencia que los junta.

Por consiguiente, la representación afirma la necesidad de un acuerdo de los elementos pictóricos y formales. Muchos textos chinos demuestran que no es la apariencia exterior, sino la idea (i) en la mente del artista (o el espíritu divino inmanente, o el soplo de la vida) el que ha de ser revelado por un uso correcto de las formas naturales. Hsieh Ho afirma que la obra de arte debe revelar la operación del espíritu en el movimiento de la vida. “Por medio de figura natural se representa al espíritu divino, los pintores pintan la idea (i) y no simplemente la figura”, “Cuando Chao Tze Yün pinta, aunque da pocas pinceladas, expresa la idea (i) ya concebida; la simple habilidad no puede realizar eso”.

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