Teoría del arte asiático III / Joaquín Nudel / mayo 11

ALEX KATZ, Luna Park

Nos equivocaríamos al suponer que el arte asiático representa un mundo «ideal», un mundo «idealizado» en el sentido popular (sentimental, religioso) de la palabra, es decir, perfeccionado o remodelado lo más próximo posible al deseo del corazón.

Encontraremos que el arte asiático es ideal en el sentido matemático: no en la apariencia, sino en la operación.

Desde la metafísica india y la escolástica, lo subjetivo y lo objetivo son categorías articuladas, ninguna de ambas debe considerarse como real con exclusión del otro. La realidad subsiste allí donde lo inteligible (lo referente al pensamiento) y lo sensible (lo percibido por los sentidos) se encuentran en la unidad común del ser, y no puede pensarse como existiendo en sí misma fuera y aparte de, sino más bien como, conocimiento o visión, es decir, sólo en acto, solo cuando ambos se enfocan en una misma dirección.

Según Aristóteles, la realidad es la identidad o identificación del alma con lo que conoce, o según Sto. Tomás, «el conocimiento tiene lugar en la medida que el objeto conocido está dentro del conocedor», en contradicción radical con la concepción del conocimiento y el ser como actos independientes.

La expresión retórica «el joven es un león» demuestra bien lo que se entiende realmente por «imitación» estética. Explica la relación del conocimiento con su objeto, diciendo que el conocimiento surge sólo en el acto de conocer, por una asimilación inmediata de su objeto, no existiendo ni el conocedor ni lo conocido aparte del acto del conocimiento. La naturaleza de la asimilación se ilustra por el representación de la semilla y el fruto, que es de causalidad recíproca, el fruto contiene la semilla, esa misma que lo hizo posible.

La representación estética no implica naturalismo, verosimilitud, ilustración o ilusión en sentido superficial.

Un comentario del siglo doce o trece afirma: Los seis miembros de la pintura son, diferenciación de los tipos, cánones de proporción, incorporación de sentimiento y encanto, correspondencia de elementos formales y pictóricos y la preparación de pigmentos.

Otro comentario: Los Ocho Miembros son, el lápiz, preparación del soporte, trabajo de diseño, planteo de grandes volúmenes coloreados, sombreado, es decir, indicación del modelado plástico o relieve, correcciones y contornos finales.

La representación se define como «la condición de abrazar en sí mismo cosas de una naturaleza múltiple que son distintas de sí mismo», o más brevemente la condición de la «identidad en la diferencia».

Representación es pues «similitud», pero más bien tal como se implica en «símil» que en «simulacro». De hecho es obvio que la semejanza entre una cosa y una representación de ella no puede ser una semejanza de naturaleza, sino que debe ser analógica o ejemplaria, o ambas cosas. Lo que imita la representación es la idea o la especie, el genero de la cosa, su “esencia”, por la cual ella es conocida intelectualmente, más que la substancia de la cosa como ella es percibida por los sentidos.

Sin embargo representación, «correspondencia visual», ha sido mal interpretada comúnmente como teniendo que ver con dos apariencias, la de la obra de arte y la del modelo. En realidad, se refiere a una cualidad auto-contenida dentro de la obra de arte misma, a una correspondencia de los factores mentales y sensoriales en la obra. Esta correspondencia es ciertamente análoga a la correspondencia de la persona y la substancia en la cosa que ha de ser «imitada»; pero el objeto y la obra de arte están determinados independientemente, cada uno para su propio bien, y son físicamente inconmensurables, siendo lo mismo sólo en cuanto al tipo. Representación como el terreno de la pintura puede compararse al cuerpo de la poesía, definido como el «consenso del sonido y el significado», que denota la coordinación del concepto y el percepto esencial para el conocimiento.

El sonido y el significado como «letra y espíritu» se examinan desde otro punto de vista, el de la inadecuación de las palabras. El sonido es el hecho físico, las palabras son meramente una indicación, una alusión, un señalar el camino («no caigáis en el error de pensar que la plenitud del significado está contenido en la letra»). El significado es una manera de percepción interior, que ha de adivinarse sólo por una actividad del intelecto en distinción de todas las ideas asociadas. Pero aunque las palabras u otras imágenes son necesariamente medios incompletos de afirmación y de comunicación, el símbolo dado puede ser perfecto en el sentido de que no podría haberse encontrado mejor, de la misma manera que el reflejo de la luna en el agua inmóvil puede llamarse perfecto, aunque la luna no esté en ella de otro modo que como una imagen. De la misma manera que el reflejo no es substancialmente un doble de la luna, así la obra de arte no puede ser un doble de su sujeto, aunque pueda ser, según la pericia del trabajador, una incorporación perfecta de la imagen mental presente a su consciencia. La imagen, tanto en la mente como en la obra, es sólo un medio para el conocimiento, no conocimiento en sí misma. El arte en el artista es la identidad indivisible de forma y concepto, de elementos formales y pictóricos en su mente; el arte en la obra es la incorporación de esta identidad en un material dado. Lo que se entiende en uno y otro casos por la «concomitancia» de sonido y sentido, elementos pictóricos y formales, puede inferirse de dos-en-uno, «con-mezclados como un sonido y su significado», «la literatura es la unidad de sonido y sentido». El sonido y el sentido, los elementos pictóricos y formales, son el cuerpo del arte, pero estos elementos inteligibles no son el alma o contenido último del arte.

El término similar «co-aspectualidad», se usa en relación con la teoría de la percepción empírica (donde se afirma que el conocimiento de un objeto presentado a los sentidos consiste en una coordinación entre la forma asumida por la consciencia que percibe y el aspecto presentado por el objeto, es decir la relación entre el intelecto del pintor y lo que se percibe del objeto con los sentidos. La definición de «similaridad de cosas extremadamente desimilares», implica semejanza por analogía. En cualquier caso, los términos se refieren, no a una semejanza entre cosas (símbolo y referente, pintura y modelo) sino a una correspondencia entre ideas y cosas. Esta correspondencia tiende hacia la identidad en niveles de referencia más altos, pero alcanza esta identidad sólo en lo Absoluto, experimentado «como un relámpago de iluminación» como en la consumación de la contemplación.

Que representación no significa «semejanza visual» se ve además en el hecho de que es precisamente ese tipo de «semejanza» o «analogía» que está implicada en la metáfora. «La metáfora consiste en la supresión de lo que implica una diferencia de sentido entre dos términos que son completamente distintos uno del otro, a saber por medio de un excedente de correspondencia que los junta».

Por consiguiente, la representación afirma la necesidad de un acuerdo de los elementos pictóricos y formales.

Una multitud de pasajes chinos demuestran que no es la apariencia exterior como tal, sino más bien la idea (i) en la mente del artista, o el espíritu divino inmanente, o el soplo de la vida, el que ha de ser revelado por un uso correcto de las formas naturales. Hsieh Ho afirma que la obra de arte debe revelar «la operación del espíritu en el movimiento de la vida». «Por medio de figura natural se representa al espíritu divino, los pintores pintan la idea (i) y no simplemente la figura», «Cuando Chao Tze Yün pinta, aunque da pocas pinceladas, expresa la idea (i) ya concebida; la simple habilidad no puede realizar eso».

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