Laura Alercia / Miércoles 21 de abril

Aldous Huxley (1894-1963) escritor inglés. Emigró a los Estados Unidos en la década de 1930 luego de realizar estudios en la Universidad de Oxford. Su raigambre familiar era de intelectuales y científicos de avanzada.

Entre sus principales obras encontramos: “Un mundo feliz”, novela que trata sobre un posible fututo automatizado, robotizado y deshumanizado; “Las puertas de la percepción”, libro que trata sobre sus experimentos con mezcalina en sí mismo, escribiendo qué sintió y qué sensaciones le produjo esa sustancia; “Cielo e infierno”, ensayo en donde plantea alternativas científicas a las llamadas experiencias místicas; “Nueva visita a un mundo feliz”, ensayo en donde reflexiona y hace comparaciones con la novela “1984” de George Orwell, 20 años después de haber publicado “Un mundo feliz”. En este último establece qué cosas estaban en camino de convertirse en realidad y nos demuestra que no estaba muy equivocado con respecto al proceso de deshumanización por el que pasamos actualmente. Recientemente se reeditó ¨La isla¨.

Las puertas de la percepción, describe su experiencia con la mescalina. En esa experiencia Huxley vivencia que los objetos cotidianos pierden su funcionalidad, y existen "como tales". El espacio y el tiempo se vuelven irrelevantes, y la percepción parece hacerse mayor, sobrecogedora y a veces hasta ofensiva porque el individuo es incapaz de hacer frente a la enorme cantidad de impresiones que recibe bajo el efecto de esta sustancia. A su vez, la prueba consistió en registrar los efectos que la ingestión produjo en él y en su modo de percibir el mundo de los objetos o las realidades concretas, para enseguida reflexionar acerca de lo observado y registrado. Advierte también, que dicho experimento no se puede emprender irresponsablemente, sin la asesoría y ayuda de especialistas, puesto que este psicotrópico es una sustancia usada por las culturas indígenas del noroeste mexicano y el suroeste de USA y cuyos efectos, bajo determinadas circunstancias, pueden traer complicaciones importantes.

Lo primero que Huxley observa es que, el cerebro humano y el sistema nervioso central, actúan como elementos reductores o selectivos de la realidad, esto es, persiguiendo el fin de la supervivencia del individuo y realizan una reducción de los elementos perceptibles en función de criterios instrumentales sujetos al mencionado fin.

En este sentido la cultura humana occidental estaría metiendo al cerebro humano dentro de una especie de horma en cuanto y a lo qué percibir y cómo.

Ahora bien, el psicotrópico mencionado produjo en Huxley una alteración significativa en el modo de percibir los objeto, y categorías básicas tales como tiempo, ubicación, tamaño, los cuales pasan a un segundo plano, en relación a otras; como el color así como las relaciones internas, como sujeto-objeto. A este fenómeno también afirma que se puede llegar por diferentes vías como la religión, la inspiración artística, medios químicos comunes, como el alcohol u otros diferentes. Yo agrego a ello también el deporte y la actividad física intensa.

El escritor concluye que hay un mundo, otra dimensión de la realidad diferente a la habitual, que sólo somos capaces de percibir en las circunstancias especiales mencionadas.

Seguidamente, pasa a realizar una crítica al excesivo énfasis que en nuestra cultura se le otorga a los contenidos simbólicos, especialmente al lenguaje, aclarando que el símbolo y la palabra nunca representan cabalmente las cosas y hechos a que hacen referencia, lo cual significa un empobrecimiento de la vida humana, que se ve reducida al árido mundo de las ideas disociadas de las experiencias concretas y, eventualmente, más significativas o llenas de sentido.

El escritor le otorga un significado un tanto místico a este tipo de experiencias, algo así como un modo de establecer un vínculo directo con una especie de “Todo” trascendente, lo cual podría ponerse en duda puesto que la percepción y la modificación de sus categorías principales lleva a algún tipo de misticismo particular.

Huxley plantea esto, porque informa que la inquietud, los medios y las experiencias por medio de los cuales se llega a esas maneras de percibir la realidad son muy antiguos, comunes a todas las culturas, y parecieran responder a una necesidad humana, de experimentar la trascendencia, en forma temporal, del mundo cotidiano envuelto en las minucias de lo contingente y utilitario.

El escritor habla de las puertas en el muro, puertas que pueden ser mejoradas sustancialmente y que se contraponen a los intereses del sistema y a las posiciones estrechas y egoístas de las humanidades academicistas.

Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito. Basado en esta cita, Huxley asume que el cerebro humano filtra la realidad para no dejar pasar todas las impresiones e imágenes, las cuales serían imposibles de procesar ya que posiblemente la existencia humana no sería posible si se tuviera este nivel de percepción todo el tiempo: este estado sería comparable con el Deliriummysticum, o la esquizofrenia; estados que no permiten al individuo filtrar, por la razón, la percepción pura a la que el accede sin duda en esta experiencia.

De acuerdo con esta visión, las drogas pueden reducir este filtro, o abrir estas puertas de la percepción, como él lo expresa metafóricamente.

Queda en evidencia que, a los efectos prácticos, ningunas de estas experiencias son naturales, y aconseja buscar el despertar de la percepción por la vía de la trascendencia espiritual, el estado al que se busca llegar es un estado ideal del alma, el cual no es posible en su totalidad por la propia naturaleza humana.

Afirma Huxley que el hombre que regresa por la Puerta en el Muro ya no será nunca el mismo que salió por ella. Será más instruido, menos engreído y estará más contento y menos satisfecho de sí mismo, reconocerá su ignorancia mas humildemente y, al mismo tiempo, equipado para comprender la relación de las palabras y las cosas, del razonamiento sistemático con el insondable misterio que trata, por siempre jamás, vanamente, de comprender.

Concluyo, parafraseando a Goethe, que en la madurez de su vida escribió: Hablamos demasiado. Deberíamos hablar menos y dibujar más. A mí, personalmente, me gustaría renunciar totalmente a la palabra y, como la Naturaleza orgánica, comunicar cuando tenga que decir por medio de dibujos. Esa higuera, esa lombriz, ese capillo de alféizar de mi ventana a la serena espera de su futuro, son firmas trascendentes. Una persona capaz de descifrar bien su significado podría dispensarse totalmente de la palabra escrita o hablada. Debemos aprender a manejar con eficacia las palabras, y intensificar nuestra capacidad de mirar al mundo directamente y no de medios semiopacos de conceptos, que deforman cualquier hecho determinado conocido.

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