Eckhart: visión del arte IX / Resumen de taller / septiembre 7

Quien busca asombrar con su pericia no es un verdadero trabajador sino un exhibicionista ya que se debe dar por supuesto su arte y su destreza. Y si el artista logra buena reputación ha de tomarlo como el «don de Dios». Y en cuanto al salario, dice que el trabajador merece su paga, pero si esa es su motivación, no es un trabajador sino un «esclavo alquilado».

Trabajar «en una ocupación útil» no es un impedimento para el perfeccionamiento del hombre, y aunque «rezar es un acto mejor que hilar» un hombre debe abandonar el «rapto» para ajustarse cualquier actividad que pueda requerirse de él a modo de servicio, e incluso eso «sin lo cual yo no puedo entrar en Dios, es trabajo, vocación o llamada en el tiempo, que no interfiere un ápice con la salvación eterna».

«Para estar en el estado correcto una de dos cosas ha de acontecer: o bien él debe encontrar a Dios y aprender a tenerlo en sus obras, o bien tanto las cosas como las obras han de abandonarse todas. Pero nadie en esta vida puede estar sin actividades, actividades humanas, y no pocas, además, de modo que el hombre tiene que aprender a encontrar a Dios en todo» aún para el religioso «la vida activa cubre los huecos en la vida de contemplación», y «Aquellos que llevan la vida contemplativa y no hacen obras externas, están muy equivocados, y completamente en la senda errónea»; «Nadie en esta vida puede alcanzar el punto en el cual está excusado de las obras externas», por tanto, «“trabaja en todas las cosas” y “cumple tu destino”». Aún más, en el caso de uno «que no sabe nada de la verdad desde dentro, si la corteja fuera la encontrará también dentro». En todo caso «El propósito de Dios en la unión (yoga) de la contemplación es la fecundidad en las obras».

El trabajador es feliz en su trabajo, viendo devenir la imagen en su mente (en la analogía de Dios cuya visión de todas las criaturas es la visión de sí mismo en sí mismo). Es feliz cuando tiene la visión de la materia en el acto de recibir y concebir la forma. Esta experiencia es como estar aparte de la duración, como un espectador (que ve la obra completa en intención y en actualidad, no en el proceso de devenir).

Entonces, ¿qué es la experiencia estética, o como Eckhart la llama, la recordación, la contemplación, la iluminación, el punto culminante de la visión, el rapto, el reposo? Eso es accesible al hombre como un rumor o un presaboreo, que pasa como un relámpago de luz. Es la visión de la pintura del mundo como Dios la ve, amando a todas las criaturas por igual, no como de utilidad, sino como la imagen de sí mismo en sí mismo, cada una en su naturaleza divina y en unidad, como un ojo consciente situado en su espejo podría ver todas las cosas en todas sus dimensiones (aparte del tiempo y el espacio) como el objeto único de su visión, no pasando de una cosa a otra sino viendo sin luz, en una luz porta-imagen atemporal, donde «sobre todas las cosas sensibles pende la niebla (inmutable) de la unidad».

Es una visión de las cosas en su perfección, siempre verdes, sin vejez y sin edad: «­Tener todo lo que tiene ser y es fuertemente deseable y da delectación; tenerlo todo a la vez y completo en el alma indivisa y eso en Dios, revelado en su perfección, en su flor, donde primero brota en el terreno de su existencia… eso es la felicidad», una «maravilla peculiar» «ni en el intelecto ni en la voluntad, … como felicidad y no como intelección», no dialécticamente sino como si uno tuviera el conocimiento y el poder de juntar todo el tiempo en un único ahora eterno, como Dios se saborea a sí mismo.

Es como una actuación representada eternamente ante todas las criaturas, donde el autor y la audiencia, la actuación y los actores, son lo mismo, y donde su naturaleza procede por sí misma, en clara concepción y delectación, o a una operación en la que Dios y yo somos uno, y en la que todas las obras realizadas allí están vivas.

Ese «atisbo» de visión de sí mismo de Dios en su «obra», es lo que entendemos por experiencia estética. También es lo que entendemos por Belleza, cosa muy distinta de hermosura o agrado, que tienen opuestos.

«El esplendor de la esencia indivisible ilumina todas las cosas a la vez»… no tiene opuestos. Según Dionisio la Belleza es orden, simetría con suprema lucidez.

Para Eckhart, el «significado» del arte, la experiencia estética pura, es la perfección última y la felicidad perfecta ya que el artista prepara las cosas para volver a Dios, en tanto que las ve intelectualmente y no sólo sensiblemente.

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