Análisis de Laura Alercia / Miércoles 7 de Abril, 2010

El arte y el mundo percibido

Merleau Ponty comienza este capítulo refiriéndose a las obras de Cezanne, Braque, Picasso, artistas que si bien representan objetos que apreciamos diariamente, objetos comunes, lo hacen tratando de descubrir la verdadera esencia de los mismos, es decir su sustancia secreta, como él lo llama. El autor también realiza una interesante diferenciación entre lo que es definir y lo que es percibir.

Percibir es la sensación amplia que no descarta la definición del objeto sino que además lo rescata y lo hace singular por sus propias características, por sus propios detalles, lo que lo diferencia de los demás, y de cualquier otro objeto semejante.

Parafraseando a Deleuze podemos afirmar que, la figura es la forma sensible relacionada con la sensación y actúa inmediatamente sobre el sistema nervioso, que es carne, mientras que la forma abstracta se dirige al cerebro.

Cézanne ha tratado de superar lo ilustrativo, lo narrativo, por la vía de la sensación y aunque él no ha inventado la vía de la sensación en la pintura, si le ha dado un estatuto sin precedentes. La sensación es lo contrario a lo acabado, es lo percibido de las cosas o de los hechos. Es una vuelta al objeto, más el hecho y el lugar donde acontece, y es así que ese objeto se convierte en un indisoluble ser en el mundo. Ser que deviene de la percepción y a través de ella. Así accede a la esencia secreta del objeto, lo manzanesco de la manzana, al decir de Lawrence hablando de Cézanne. Ver cómo la manzana respira delante del sujeto. Eso acaba siendo la sustancia secreta de los objetos que se conoce solo por el camino de la percepción.

Existe la definición objetiva de la cosa, por ejemplo: una mesa. Las cualidades de esa mesas son las que llevan a una percepción más profunda de esa mesa, y hace que esa mesa sea distinta a otra mesa, detalles que encarnan a esa mesa en particular. De igual modo sucede con la comprensión de la obra por medio de la percepción. La obra de arte se ve o se entiende por ser una totalidad carnal a través de signos, donde la significación no necesariamente es libre. Ningún análisis remplaza la experiencia perceptiva y directa que yo hago de ella. Si así fuera, el objetivo de la pintura sería la apariencia, y el significado estaría totalmente fuera del cuadro, estaría en el tema.

La pintura trabaja este concepto. Es una continuidad entre los distintos períodos… entre Da Vinci, cuando logra plasmar el color de la atmósfera por lo que recibe, o un Rembrandt, que en sus retratos parte de la oscuridad y luego agrega la luz, hasta llegar a definir, a iluminar las expresiones por lo que percibe, o finalmente el impresionismo cuando descubre la luz y el devenir de la luz de las cosas.

Al llegar a Braque descubrimos aun más claramente que no se trata de reconstruir un hecho anecdótico, sino de construir un hecho pictórico. Es decir, él trabaja sobre los objetos reales y los lleva a la tela como una evocación no sujeta a su naturaleza de objeto, sino de forma acorde a lo que el sujeto, a lo que el pintor evoca de eso, como síntesis.

Por lo tanto no se trata de representar en un cuadro la multiplicación de diversos temas o circunstancias históricas, sino que se trata de la manera de plasmar la propia interpretación desde la contemplación personal de cada artista.

Cézanne, se apodera de un fragmento de naturaleza y lo vuelve pintura sensible (no anecdótica) con el mismo hilo que Francis Bacon anuda la sensación, o como ellos mismo dirían, “registran el hecho”. En el mundo de Cezanne, los paisajes, la naturaleza muerta, incluso los retratos, son pintados como paisajes, en cambio, en el mundo de Bacon como figura. Por otro camino, debido a su personalidad e intereses, pero es evidente que Bacon es cezanniano. Para ambos la sensación es lo que se transmite directamente, evitando cualquier tedio o rodeo de una historia a contar.

Siguiendo esta línea vemos que el Picasso azul, desprendía rasgos que no tenían que ver con el espíritu español, sino que comprendía la sustancia secreta de manera azul lo que le confería cierto misterio, en contraste con la gravedad dolorosa, dramática, de esa nueva forma de su obra, y la vivacidad sonriente del artista, su ingenio y buen humor. Así, lleno de placer y emoción, esa visión dramática que él sentía que tenía que denunciar, va construyendo sus distintas etapas, tal como va percibiendo al mundo en sus distintos momentos.

El pintor no se limita a retratar un objeto sino que lo recrea según su percepción y lo que realmente interesa es la forma en que el artista los lleva a la tela.

Esta meditación sobre la percepción, debiera llevarnos a re-aprender, a re-ver, a re-mirar el mundo. Y eso posiblemente le devolverá a nuestra pintura su verdadera dignidad y lugar.

Ponty compara la creación en el ambiente de la pintura con la que tiene lugar en la creación cinematográfica, donde, en idéntico sentido, lo que interesa y da vida a la obra no son los diálogos en si mismos ni los paisajes seleccionados, sino la forma en que se articulan todos esos elementos.

Idénticas consideraciones realiza con relación a la música y a la literatura. Siguiendo a Mallarme sostiene que una novela lograda no es tal por las ideas que expresa o por las tesis que contiene sino por su ritmo sensible. Lo que le queda al lector no son unos conjuntos de ideas sino, más bien, el emblema de esas ideas.

Puede afirmarse entonces que se puede construir una filosofía de la percepción aplicable a cualquier manifestación artística, lo que enriquecería tanto a la obra como al espectador, en la medida que no se contempla únicamente la apariencia del objeto.

1 comentario:

  1. Re-leyendo a Laura me vino a la memoria que Gabriel Garcia Marquez estaba escribiendo su Cien años de soledad, andaba por una ruta en auto con su familia de vacaciones y muy preocupado pues no hallaba la forma que queria para su libro hasta que de pronto mientras manejaba se le presento o encontró "el tono". Dio marcha atrás y volvio a su escritorio para terminar su obra. SILVIA

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