Eckhart: visión del arte VI / Resumen de taller / agosto 17

La recognocibilidad no tiene nada que ver con una semejanza entre la especie natural o la imagen material que está en el objeto, en el artista, en la obra de arte, y finalmente en el espectador, la que ha sido traída a la visibilidad (en la imagen material) en otra naturaleza. Si algo puede hacerse como una especie natural, lo cual es inconcebible, no sería arte sino Naturaleza. Si el artista pudiera alcanzar la perfección (lo cual es potencialmente concebible) aunque temporalmente imposible, deviene uno con Dios, participaría en la creación de Dios y no habría ocasión para obras de arte, al haberse realizado el fin del arte. Pero un arte hecho hasta la facultad intrínseca del ojo y solo para el ojo, puede considerarse como una ilusión sobre ilusión.

Él expresa en qué sentido el arte es convencional o racional: «Lo que el ojo ve ha de serle comunicado (al alma) por un medio, en imágenes».

El pintor diestro puede «hacer un retrato como con vida», pero ¿qué es hacerlo como con vida? No es hacer algo que podría confundirse con el hombre mismo, sino hacer «la imagen verdadera de él» es decir, la capacidad del pintor, intenta una imagen que expresa o intenta duplicar el reflejo del modelo que existe reflejado en el espejo de la esencia de Dios. No es algo que pueda confundirse con el hombre mismo.

«La voluntad saborea de las cosas como son en sí mismas, mientras que el intelecto las saborea como son en él. …El ojo en sí mismo es una cosa mejor que el ojo pintado en la pared. Sin embargo, mantengo que el intelecto es más alto que la voluntad». Quiere decir que el intelecto ve las cosas en cierto modo como Dios las ve, en su fuente.

El intelecto: «Las criaturas vienen a mi mente y son racionales en mí. Saco a todas las criaturas de su sentido y las acojo en mi mente y las hago una única cosa en mí». «El intelecto alza todas las cosas hasta el adentro de Dios». «Las criaturas cuando han entrado en la naturaleza humana, alcanzan su forma original, es decir, Dios».

«Una flor percibida o presenciada en Dios (es decir, en su (de ella) verdadero aspecto y en Su (de Él) verdadero y único aspecto), sería una cosa como es en sí misma. Es como un artista, viendo racional o formalmente, como el hombre ve las cosas en su perfección y juventud eternas, en la medida en que su idiosincrasia lo permite, o dicho como Eckhart «en la medida en que el recipiente admita».

El naturalismo en el arte no tiene nada que ver con el tema en sí mismo. Una imagen de Dios puede hacerse repulsiva por su sugestión de realismo, como una pintura de una flor puede no parecerse a nada sobre la tierra. Eckhart no aboga por ninguna fórmula, tanto en lo que concierne al arte hierático como en lo que concierne al arte profano, con respecto al tema.

«Quien busca bajo formas establecidas, se apodera de la forma, pero puede perder al Dios oculto en ella», y así realmente se convierte en un idólatra.

Los temas sagrados no son imágenes o meditaciones sobre Dios que sean más válidas que las formas de las especies naturales. Como «dice Agustín, Toda escritura es vana».

Eckhart insiste en que todo contenido (no todo intento) es Dios, que uno debe aprender a verle en todas partes y en cada parte: «para quien Dios es más querido en una cosa que en otra, ese hombre es aún salvaje, es un bárbaro, un niño», «encontrar a Dios de un modo más bien que otro… no es lo mejor», «debemos ser capaces de saborearle en todo disfraz y en toda cosa, cualquier cosa que sea». Esta es la imparcialidad perfecta del arte, el punto de vista angélico, en el que todas las cosas son amadas por igual.

Este es el modo de comprensión del artista, intelectual o racional. La obra de arte es un objeto para ser interpretado y comprendido, no como un reflejo directo del mundo o de el mundo es en sí mismo, sino como un símbolo o grupo de símbolos que tienen un significado racional verificado y un contenido profundo, sólo como medio de recognición sino como medio para la comunicación y la visión.

Con referencia a la interpretación de la escritura y de los mitos en general, «las cosas materiales deben trasladarse a un plano más alto. Esas historias tienen otro significado, un significado esotérico.

Nuestra comprensión de las cosas es tan totalmente diferente de la cosa como es en sí misma y como es en Dios, que es como si ésta no existiera». Y en la obra de arte, hay más de lo que puede comprenderse, «y no hay nadie tan sabio que cuando intente sondearlas no encuentre que están más allá de su profundidad y descubra más en ellas».

Simultáneamente, el arte es denotación, connotación y sugestión; afirmación, implicación y contenido; literal, alegórico y anagógico.

Dentro de la hermenéutica la anagogía es la interpretación con un sentido místico de los textos sagrados por la cual se pasa del sentido literal a un sentido espiritual esto frecuentemente con el fin de dar una noción y una perspectiva de bienaventuranza eterna, y por extensión se denomina anagogía al sentimiento por el cual se considera que el alma se engrandece contemplando la Divinidad y su obra.

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