Mitogramas: introducción

Nuestros antepasados americanos, y en particular el mundo andino (que es el objeto de nuestro estudio) reprodujeron mitográficamente su concepción de la vida a través de signos o símbolos.

Se puede afirmar que el pensamiento indígena en procura de una síntesis desde el punto de vista de la esencia, era dialéctico y también dinámico. Las cosas podían provenir o convertirse en otras, podían metamorfosearse, pero, sin embargo, sin dejar de ser lo que eran, o al menos, continuaban conservando su esencia. De manera que la esencia de algo podría presentar múltiples apariencias.

Para nuestra mentalidad actual, basada en conceptos etiquetados por signos estrictos y específicamente científicos, es decir, fijados, es imposible concebir una apariencia que naturalmente se trastoca, y se convierte en virtual. Pero para ellos, las múltiples apariencias simultáneas eran posibles, debido a que su pensamiento no era racional, sino intuitivo. Por eso, para la representación utilizaban polisemas, es decir, signos o ciertas convenciones que podían tener varios sentidos o varias lecturas simutáneas o posibles. Para entendernos, doy un sencillo modelo polisemático castellano. Tomamos la palabra tecla. Inicialmente la palabra tecla, se aplicó a los instrumentos musicales, después a las máquinas de escribir y finalmente a cualquier pieza móvil que puede pulsarse. Una cresta de gallo y la cresta de una ola es otro ejemplo común y otro, muy común, lo es la palabra pata.

Todo el complejo y entramado sistema de prácticas y pensamientos andinos aparece reflejado en gran parte de los mitogramas de vasos funerarios y rituales. Son como una amplificación de sus percepciones en la aventura hacia el conocimiento de la otra dimensión del Ser total.

Elaboraron una base estética en que el arte al ser expresión de su espiritualidad tenia un valor supremo. Sus vidas, además estaban integradas al resto de los seres, a lo mineral, a lo vegetal y lo animal. Lo mineral, la tierra, el agua, que nutría lo vegetal, que les proporcionaba el fundamento de sus sanaciones y colaboraba sus entradas a la videncia de la bidimensionalidad. Y lo animal, que los introducía al cosmos total en forma de sacralidades superiores relacionadas con sus ancestros. Trabajaban en estado de trance, inducidos por una visión mística superior, sin la cual el arte no tenía sentido.

Reprodujeron así su concepción de la vida, de la muerte, su cosmogonía general, con un sistema mitográfico inter-actuante, inter-relacionado, orgánico. Sus mentalidades dinámicas se relacionan directamente con los ideogramas chinos, a diferencia de nuestro sistema de símbolos estático. Esto sugiere conversiones semánticas (conversiones en el significado) generadas en forma natural, y ese dinamismo exige el reconocimiento de una esencia invisible por medio de la intuición, no de racionalidad. Por eso, sus dibujos, sus pinturas y cerámicas, son narraciones, bajadas desde otra dimensión, inducidas por una visión alejada del vivir cotidiano, pero que sin embargo le daba sentido.

Por fuera de la vasija es lo aparente, lo visual, por dentro lo invisible la energía que contiene ese vientre, energía que sube desde un centro en las manos del alfarero, cuyas manos trabajan en simultáneo a la tierra, el agua, el fuego y al aire. Y por la boca del jarro, del vaso, sale esa energía. Por eso, ya que son como la visualización de esa respiración, hay flores apropiadas a cada jarrón, al menos son el aroma de esa visualización o la visualización de ese aroma. Así como la música está en lo que no se escucha, así como la pintura no está en los colores, así, el arte no está en la figura sensible, sino en la forma inteligible.

Por eso, las emociones están conectadas a los órganos de evacuación, debido a que las emociones son productos de desecho o respuestas de una inteligencia. La forma está hecha por una mente para otra mente, una que contempla, y otra que evacua su meditación… en la misma mente, que no está radicada en el cerebro.

Conviene agregar, que la vasija o vaso, es el arquetipo de la copa, que a su vez (en todas las tradiciones) es el símbolo del corazón. Y este es el aspecto interesante de estos próximos diez desarrollos: la estrecha relación de ese pensamiento andino con otros complejos pensamientos, en tiempo y lugar, completamente distantes a ellos.

Para la inteligencia andina la vasija es el universo, es el vaso cósmico, y representa a la totalidad del mundo, que se divide en tres partes: la base es URAY PACHA o el mundo subterráneo o el mundo de los muertos, los cuerpo-sombra o dobles. La zona ventral, es KAY PACHA o el mundo terrestre o visible. Ahí hay espacio y tiempo pues es el ámbito de la dualidad. Y finalmente la boca corresponde al HANAN PACHA, que es el mundo supremo. Es el cielo, el espíritu: la mente. Por eso el vaso unifica al mundo interior con el mundo exterior. El mundo subterráneo con el mundo trascendente.

Agradecemos a Patricia Arrieta por el trabajo realizado en la elaboración de todos los desarrollos específicos al mundo andino, tomados de varios libros de Jorge Fernández Chiti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario