DIENTE / Agustina Martinez Picabia / Miércoles 22 de septiembre

Morder la presa, para poseerla, comerla, por amor. Masticar, adueñarse, para introducirla en nuestro cuerpo y tomar su energía.

Soñar con la caída de dientes es el temor de la impotencia de poseer al otro. Y como son mas duros y resistentes que los huesos, son un símbolo de poder personal.

Los dientes delanteros son la imagen pública y el que ayuda es el cepillo.

Una encuesta reciente averiguó cuál de cinco inventos era imprescindible para los estadounidenses, y el cepillo de dientes venció al automóvil, a la computadora personal, al teléfono celular y al horno de microondas, en ese orden.

Las operaciones de aseo personal como la tarea de raspar la dentadura, es un artificio de características primitivas. El cepillo se clava en los intersticios, en la encía, y barre barre, en dura pugna contra las peligrosas bacterias invasoras.

El primer cepillo para dientes es de 1498, con cerdas de puerco en un mango de hueso. Este instrumento que se aplica disciplinadamente al final del día, constituye una suerte de acto sacrificial por todo el mal que haya podido cometerse a partir de la boca en el decir, en el masticar, en el besar o en el toser. Las acciones del día, aun sin redimir, se concentran ante el espejo donde aceptamos con naturalidad el conocimiento fatal de nuestra condición humana, vemos una parte importante de nuestro esqueleto. Cepillamos el perfil de nuestra calavera cuando maniobramos sobre la dentadura. Es decir, estamos comunicándonos directamente con el más allá de nuestros restos, con las formaciones óseas que permanecerán tras nuestra muerte. Frente a frente, el que se cepilla los dientes establece un silencioso lenguaje con la muerte. Mudo e intraducible lenguaje del más allá que sólo el cepillo es capaz de seguir. Esa funesta realidad obliga a colorear el mango y rediseñar las cerdas, para introducir elementos festivos de distracción, ante tan lúgubre recordatorio diario.

Tú, que cada noche me has llegado tan adentro / que has paseado tu pelos por mis labios / que tomaste las sobras de mis besos / que diste luz a mi sonrisa
/ que no das tregua a mi boca / que te agitas por mi lengua. Tu, que sólo por la pasta trabajas.

Para mí, los dientes no son sólo decorativos. Son los temibles soldados guardianes de la boca para adentro. Ellos disponen quien entra y quien sale, y en qué condiciones de integridad.

A veces cordiales y dulces detrás del telón de la sonrisa, como focos blancos que hacen de reflejo del alma. Dando una inmensa bienvenida, contagiando risas. Generan esa curiosidad de ver cómo sigue la fila más atrás, los alfiles esbeltos del frente asoman erguidos y orgullosos y las muelas petisas y planas se esconden, disminuidas.

La risa es más contagiosa cuanto más dientes deja mostrar, deja desarmada la boca completamente, no sirven para nada si están tentados. No pueden sostener nada, no se pueden apretar, ni chirriar. La mandíbula manda, ellos obedecen.

Trabajadores de choclos, manzanas, huesos de vaca, hielos durísimos que los calan, caramelos pegotes. Fieles a nuestros antojos y caprichos, hacen su tarea, claro que no siempre en silencio, saben ponerse de acuerdo para taladrarnos el cerebro cuando creen que están en desventaja. ¿Mordieron papel aluminio? ¿Arena? Esa es la venganza.

Ellos saben de aprendizajes y sino, observemos al primer pelotón que apareció al poco tiempo de nacer. Son los mandados a entender qué pasa en el mundo humano antes de la salida del grupo definitivo que espera en la trinchera. Los primeros exploran y por suspuesto bajan información falsa ya que la realidad no será igual. Cuentan que trituraron papillas, alguna carne, mucho pegote, galletas y demás inofensivos. Aburridos y desganados son empujados al abismo con la ayuda de algún sugus, en poco tiempo, todos.

La vida misma les irá haciendo saber que tienen que estar de pie al menos otros 70 años y que el trabajo es muchas veces insalubre. No vale la pena rebelarse, porque se sabe que viene el talibán del torno con un clon de pasta a ocupar el lugar.

Los dientes están físicamente entre los sentidos del gusto, el oído y el olfato, y participa de los tres. Es más claro con el gusto, porque están en la boca, igual que el olfato. Tienen los nervios muy a flor de diente.

¿Probaron algo muy dulce que los haga doler? Eso llamado sensibilidad es lo que asocio a los sentidos. ¿Cómo puede ser que tan lejos de nuestros dientes, un rayón de pizarrón nos haga sentir que preferimos un martillazo en la rodilla? Y analizando el sentido del tacto dentario ¿quién podría morder una lija?

El oído no se queda atrás. Beethoven cuando se quedó sordo utilizaba dos instrumentos. Mordía una placa de metal con sus muelas más cercanas al oído y de esa forma las vibraciones llegaban a su cabeza para entender qué era lo que sonaba. La otra era colocar una barra de metal sobre el piano y sostenerla con los dientes para absorber el sonido y que llegara a su cabeza por otro canal.

Poderosos y temibles, afilados y sangrantes vampirescos. Para atemorizar, mostramos los dientes apretados y furiosos, como animales. Es la primer arma. Así se defiende un chico, muerde sin dudar y nos preguntamos ¿de dónde sacó? De los mismísimos dientes que tienen también su carácter y defienden al dueño. Hasta un adulto tiembla de imaginar esos pequeñitos incrustados en el muslo. Si se pone complicada la pelea ellos intervienen, y aquí no importa ni el tamaño del cuerpo ni el sexo, sino veamos la orejita de Holyfield o el triste destino del nabo del señor Bobbit.

También creo que los dientes tienen memoria y que podrían escribir su historia, ellos que todo lo viven. Lo que comemos, pasa por ahí, lo que olfateamos, si les damos una gomita para que jueguen, o una tapita de birome o las uñas mismas, ellos nos dan calma. Suavizan nuestros nervios, arrancan pellejos y sacan espinas. Son amables con los besos, suaves y cuidadosos. Maestros en el sexo, de mordisqueos firmes, lujuriosos. Se quedan con todos los gustos, los guardan entre ellos y se van a nuestra memoria con todas las otras sensaciones.

Y cuando el cuerpo se desarma en la tierra, ellos siguen guardianes.

1 comentario:

  1. excelente! lo disfrute mucho, varias cosas me llamaron la atencion, ni se me hubiera ocurrido pensar en esa forma de mis dientes. Virginia

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