Teoría del arte asiático I / Gabriela Mateo / abril 27

En el capítulo I titulado Teoría del Arte en Asia, el autor realiza una exposición de la teoría estética Oriental basada en fuentes indias y chinas; así mismo se presenta una base para una teoría general del arte coordinando los puntos de vista Oriental y Occidental.

Coomaraswamy postula que hubo un tiempo en que Europa y Asia se entendieron, pero este entendimiento se fue perdiendo en tanto, occidente olvidó pensarse en términos de unidad; así el subjetivismo fue ganando terreno y cada ser humano se pensó desde un ámbito de individualidad. Y en el arte esto también aportó sus cambios, las producciones dejan de ser anónimas cobrando gran relevancia el autor, se impone además el genio y la personalidad del artista, entramos en un terreno de autonomía del arte. Atrás quedan mecenas, cortes y una visión del arte como artífice de imágenes religiosas.

Pero volvamos a la visión oriental del arte, allí Coomaraswamy analiza cómo se produce el desarrollo creativo, de modo tal que propone que el elemento formal en el arte representa una actividad puramente metal. Concluyendo que todas las artes del mundo son producidas por la mente. ¿Cómo procede esto? Bueno, deben eliminarse emociones e influencias perturbadoras en el proceso de creación y uno de los caminos posibles para su realización, es la práctica del yoga*. Luego de este paso el autor de un ícono o imaginero procede a visualizar la forma de un dévata, ángel o aspecto de dios, descrito en una prescripción canónica dada. Así la mente produce o atrae (karsati) esta forma hacía sí misma, como si fuese de una gran distancia. El uso de la palabra karsati de raíz sánscrita (krs), tiene la misma significación dual que se encuentra en el ingles draw, asociado a tirar, arrastrar hacia o junto, pero también implica delinear, componer en debida forma. Así karsati nos asocia a una idea de componer o ir a buscar algo de la imaginación, como una aparición.

Tenemos entonces que la mente produce o atrae esta forma hacia sí misma, como si fuese de una gran distancia. Es decir desde el cielo, donde los tipos del arte existen en operación formal, desde el espacio inmanente en el corazón.

Ahora bien, ¿dónde está el espacio inmanente en el corazón? Coomaraswamy responde: donde se escucha una y otra vez la canción de la belleza ideal.

¿Dónde está y qué es ese espacio en el corazón? Se lo llama el revelador de nombre y aspecto y se lo identifica con Brahman, el Sí mismo imperecedero. Ese espacio en el corazón es la totalidad del lugar ideal en lo más hondo de nuestro ser, único punto donde puede experimentarse el contenido entero de la vida en lo inmediatamente expresado.

Este consentimiento, desde el punto de vista de la estética es la Belleza, desde el punto de vista de la epistemología es la Verdad o Nirvana, el conocimiento de la mismidad de todos los principios. Y desde el punto de vista de la Ética, es la Perfección.

De esta manera la Belleza queda asociada a la Perfección y a la Verdad, por eso a la hermosura se la considera un bien y a la fealdad un mal… y también por eso la belleza es invisible e indivisible y únicamente puede ser conocida en el corazón, como se conoce o acepta a una deidad. El arte será una expresión de la Belleza y la ciencia de la Verdad, mientras que la ética será una expresión de la Perfección. Todo en términos de luz y sombra, tesis y antítesis, bien y mal.

No obstante Coomaraswamy advierte que es un error adjudicar valores absolutos a uno u otro de estos conceptos, pues son factores relativos, en tanto son sólo medios de comprensión y no fines en sí mismos.

En el acto creativo, la mente produce o atrae esta forma hacia sí misma como si fuese de una gran distancia. Desde el cielo donde los tipos de arte existen en operación formal, desde el espacio inmanente en el corazón, el foco común, el veedor y lo visto, espacio común entre esencia y naturaleza, donde tiene lugar la única experiencia posible de la realidad; contenida ésta en el loto del corazón, donde están cielo y tierra, tanto lo que es nuestro ahora como lo que aún no es nuestro, pues el corazón es Brahman es todo.

El aspecto de pureza del verdadero conocimiento, así concebido y conocido interiormente se revela así mismo contra el espacio ideal, como un reflejo, o como si fuera visto en un sueño.

El imaginero debe realizar, sostiene Coomaraswamy, una completa auto-identificación con lo que desea trazar o esculpir, cualquiera que sean sus peculiaridades, aún en el caso de sexo opuesto o cuando la divinidad está provista de características sobrenaturales terribles. De este modo la forma así conocida, mantenida a la vista tanto tiempo como fuese necesario, es el modelo desde el cual el imaginero procede a la ejecución en piedra, pigmento u otro material.

Cabe destacar que aquí no hay alusión a términos como inspiración, entusiasmo o embriaguez, conceptos románticos que dan cuenta del proceso creativo.

Esta imaginación puede tomar forma como visión o como audición, pues lo que vale para la imaginación también puede decirse de la literatura o la música. Las ideas se labran en el corazón y el pensamiento se formula como un carpintero configura la madera.

El principio implícito en este pensamiento (yoga*) es que el verdadero conocimiento de un objeto no se obtiene meramente por la observación empírica o el registro reflejo, sino solo cuando el conocedor y lo conocido, el veedor y lo visto se encuentran en un contacto que trasciende tal distinción. En otras palabras cuando son uno mismo.

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