TETA / Joaquín Nudel / Miércoles 29 de septiembre

Un extraño pensamiento lo asaltó: ¿Porqué entre todos los animales, en el largo curso del mundo, solo los pechos de la hembra humana habían llegado a ser tan hermosos? No era para gloria de la raza humana que los pechos femeninos hubiesen adquirido semejante belleza? Yasunari Kawabata

Para empezar quiero hacer referencia a los significados mas importantes que tiene la teta: una es la teta materna, dadora de vida, amamantadora, y la otra, la teta sexual incitadora, prohibida y liberada.

Las interpretaciones o significados que históricamente se le han dado a los pechos femeninos humanos, y mediante los cuales varones e instituciones se han apropiado de ellos (sin dar casi lugar a sus portadoras) son condicionados por la cultura de cada época.

La separación entre el pecho que amamanta y el pecho sexual se puede clasificar también como pecho bueno y pecho malo, siendo el bueno no solo el que alimenta a un bebe sino a toda una comunidad religiosa y política por ejemplo la mujer de los pechos desnudos que personifica la revolución francesa y su consigna de libertad igualdad y fraternidad en la conocida pintura de Delacroix, o en la representación de la justicia con sus ojos vendados y su pecho expuesto.

En las culturas paleolíticas son muy frecuentes las representaciones de mujeres con sus rasgos sexuales bien marcados, sin que eso implique una directa significación sexual o una inclinación al placer, sino que los animaba una fuerte tendencia a lograr la perduración de la especie. Son estatuillas esteatopigias, que promueven la fecundidad, la continuidad de la vida.

Desde Turquía hasta Palestina se veneraban a las Astartes Ashera y Anat todas diosas que nutren. A las Astartes se las representaba como una especie de árbol con pechos, que equivalía a una plegaria tangible para obtener la fertilidad y la nutrición, no solo dedicadas a las mujeres humanas sino principalmente a la madre principal, la naturaleza.

Aunque en el judaísmo primitivo la fertilidad era tan importante como en las religiones paganas, lo que recibían era solo por voluntad divina. Las mujeres aparecerán primordialmente como madres y si sus pechos no amamantaban eran pecaminosos y recibirían castigo: "beberás hasta las heces y te rasgaras los senos".

En el Cristianismo la figura femenina mas popular es la de la virgen Maria, quien albergó en su vientre al hijo de Dios, sin mancharse con el acto carnal. Este mito básico de la teología cristiana lleva a que en los primeros años de las cristiandad se vea el cuerpo (principalmente el femenino) y el placer, como adversarios del alma y la pureza. De ahí, que a comienzos del medioevo, en las representaciones pictóricas o escultóricas de los cuerpos, rara vez se muestran protuberancias. Las mujeres dejaron de tener senos y su pecho se representaba tan plano como el de los hombres.

Símbolo de lo corrupto, los diablos si ostentaban senos y los pecados capitales se representaban con mujeres de pechos desnudos y desgarrados, como vestigios de castigo.

En cambio, en la literatura las tetas tomaron gran importancia relacionando el amamantar con el linaje, la unión de generaciones y la idea de la descendencia legitimada. Si amamantaba, se la consideraba una buena madre, pero si dejaba a su hijo a la teta de una nodriza era repudiada. Dar el pecho era transmitir creencias éticas y religiosas.

A pesar del esfuerzo de la Iglesia Católica y sus fieles por mantener la relación de los senos con la sagrada maternidad, en la segunda mitad del 1400 se inaugura de manera oficial el "pecho erótico". Es decir, los senos como referencia al placer y campo de juegos del deseo masculino, con el retrato de Agnés Sorell (amante de Carlos VII, rey de Francia) pintada por Jean Fouquet como madonna, pero mostrando a una dama de la corte cuyo pecho se ofrecía como fruta para deleite del espectador y no para el niño distraído en sus faldas.

Desde ese momento, la moda fue resaltar los pechos de las damas y la tarea de predicadores sobre todo de los países protestantes, fue condenarlo. En las cortes de Paris, Roma o Venecia se veneraba a los senos como parte de la nueva libertad sexual renacentista. En todas partes se expresaba la contienda entre "pro-senos y anti-senos". Las mamas femeninas se convirtieron en un objeto mas, que los hombres emprendedores tenían que conquistar arrancándolas de las manos de curas y predicadores, por no mencionar a las de las propias mujeres y de los niños, ya que en este nuevo juego erótico masculino, el dar de mamar volvía a salir del papel femenino. Y a la vez, las damas debían mantener sus senos sin deterioro, siempre firmes y deseables.

El ideal medieval se inicia con senos pequeños, duros y blancos, pero en la medida que la erótica masculina se hizo más franca, el ideal se transforma en grandes, voluminosos y carnosos pechos. En Francia e Inglaterra se diseñan los corsés y corpiños de manera que forzaran los omóplatos hacia atrás y elevaran y proyectaran el pecho hacia delante con los pezones a punto de salir.

En la medida de esa erótica varonil más franca, se expresa también el miedo masculino a los senos, cuyo máximo exponente fue Shakespeare, quien transforma la leche en hiel para que sus mujeres asesinen (Macbeth). Y con frecuencia las castiga, con heridas en el pecho (Romeo y Julieta, Antonio y Cleopatra) y muestra al cuerpo femenino como una fortaleza a la que hay que conquistar y asolar (La Fierecilla Domada, La violación de Lucrecia).

Los senos femeninos, despojados ahora de sus implicaciones religiosas, se habían convertido en flagrantes emblemas del deseo masculino. En el discurso de los revolucionarios franceses, la leche pura de las madres se contraponía con la leche manchada de los aristócratas, criados en su mayoría con nodrizas. Amamantar a los hijos era una decisión patriótica y hacerlo era visto como una adhesión al nuevo régimen. Dar el pecho al hijo para que se alimentara y al marido para que reposara, era parte del devocionario oficial revolucionario.

La iconografía de la revolución francesa se pobló rápidamente con mujeres de pechos desnudos, como la ya mencionada pintura de Delacroix y al concluir el siglo, los pechos se habían vinculado a la idea misma de nación, inspirando sentimientos políticos, en vez de estímulos sexuales.

Si bien en todas las épocas la medicina a dedicado capítulos a la observación, interpretación y consejos sobre el tema, mostrando mas que realidades científicas la valoración que cada momento histórico tenía y construía sobre las mujeres como elementos de procreación, nutrición y placer, es a partir del siglo XIX que el papel de los senos y las exigencias sobre ellos han aumentado.

En una cultura obsesionada por los senos femeninos, el mercado capitalista ha encontrado posibilidades comerciales infinitas. Las mujeres son el primer objeto vendedor y comprador de una gigantesca industria internacional, no solo relacionada con los servicios y productos destinados directamente a adecuar y controlar el pecho sujetándolo, modelándolo, realzándolo, disimulándolo, achicándolo, agrandándolo, mostrándolo, escondiéndolo, sino que, como dicen algunos mercadotecnistas: con unas buenas tetas puede usted vender lo que quiera: coches, bebidas, cigarros, juguetes, deportes y hasta programas políticos.

Aunque de un modo u otro los pechos siempre se han comercializado, ha sido en los últimos cien años que la fuerza del mercado se ha abalanzado sobre los senos femeninos como objetos capaces de producir beneficios comerciales.

Evidentemente, este pecho comercial en tiempos de la comunicación masiva e instantánea, ha extendido como nunca la dictadura del modelo corporal ideal, hoy por hoy, un cuerpo sumamente delgado pero de grandes pechos con el que muy pocas mujeres cuentan y que deja a la mayoría en diversos niveles de insatisfacción y conflicto con su cuerpo real. Las mujeres de hoy gastan sumas asombrosas en productos y servicios para reducir la mitad inferior del cuerpo y aumentar la superior. La bulimia y la anorexia han alcanzado proporciones casi de epidemia.

En esta historia poco se sabe de la verdadera relación que las propias mujeres han tenido con sus pechos. En todas las épocas las mamas han respondido a la imposición de la imaginación masculina. Evidentemente la mayoría ha aceptado y se ha insertado en las normas impuestas, si bien en todas las épocas la aceptación no ha sido absoluta y ha habido resistencias de las que se encuentran pequeños hilos y que hay que rastrear con gran trabajo.

Por esto yo como ser humano mas que como hombre, pregunto ¿porqué no empezar desde uno a valorar las tetas desde un punto mas libre? Invito a que quien no quiera usar corpiño, push-ups o cualquier artefacto sujetador que realce y oprima, a que lo los use, por comodidad. Y si se le caen las tetas, bueno es aceptarlo ya que serán menos esclavas de lo que el hombre propone ver. Que si en una playa o pileta las mujeres quieren estar "en cueros" que lo estén sin importarle cómo las tengan. Que quien las mire aprenda y acepte, que si el hombre tiene la libertad de tener sus tetillas al aire ¿por qué una mujer tiene que estar ocultándolas?

¿Por qué una madre suele pasar cierta vergüenza o pudor cuando amamanta, si es un acto tan necesario para toda la vida?

En síntesis, yo entrego un mensaje a las mujeres: hagan lo posible por ser libres de la imposición masculina, a pesar de las presiones culturales o sociales, en muchas ocasiones es posible decidir sobre nuestro propio cuerpo.

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