Teoría del arte asiático X / Joaquín Nudel / junio 29

La experiencia estética es una actividad espiritual inescrutable e incausada, que es virtualmente siempre presente y potencialmente realizable, pero que no es posible realizar a menos que y hasta que todas las barreras afectivas y mentales se han resuelto, y todos los nudos del corazón se han deshecho. La obra de arte misma, puede examinarse y es examinada por los retóricos hindúes con gran amplitud, y proporcionan el material y gran parte de la terminología del análisis y de la crítica. Los elementos de la obra de arte son:

1º) Determinantes, a saber los estimulantes físicos para la reproducción estética, en particular el tema y sus partes, las indicaciones de tiempo y lugar, y otros útiles de representación en conjunto. La operación de los Determinantes tiene lugar por la operación de una simpatía ideal, una auto-identificación con la situación imaginada. En donde simpatía ideal es análoga a empatía, es la sensibilidad innata o adquirida, una tendencia emocional que, aunque pueda desarrollarse como sentimentalismo, es esencial para la posibilidad de la representación ideal en tanto que simpatía ideal. La simpatía estética es ideal, sin ningún elemento ético. Es decir, se siente igual con respecto al bien y al mal, al placer o al dolor, cuando son representados.

2º) Consecuentes, los medios específicos y convencionales de registrar los estados emocionales, en particular los gestos.

3º) Humores es decir, los estados emocionales conscientes como se representan en el arte. Estos incluyen treinta y tres Humores Fugitivos o Transitorios tales como la alegría, la agitación, la impaciencia, etc., y ocho o nueve Humores Permanentes, el Erótico, el Heroico, etc, que a su vez son los vehículos de los rasas o colorantes emocionales específicos. En toda obra, uno de los Humores Permanentes debe constituir un motivo dominante al que todos los otros están subordinados; pues “el desarrollo prolongado de una emoción transitoria deviene una inhibición de rasa", la obra deviene sentimental, perturbadora más bien que conmovedora.

4º) La representación de reacciones físicas involuntarias, por ejemplo desmayarse.

Todos estos determinantes y símbolos se reconocen colectiva e indivisiblemente en la experiencia estética, pues la obra de arte como obra es una unidad, pero en el análisis, que es subsiguiente a la obra, esos elementos se pueden reconocer por separado.

Según la Escuela de la Manifestación aludida, lo esencial o el alma de la poesía se llama dhvani, “la reverberación” del significado que surge por sugestión. Dhvani es literalmente sonido, especialmente un sonido como el del trueno o el de un tambor, por eso se lo considera como resonancia o sobretono del significado. Lo esencial en el arte es la reverberación del espíritu en las formas de la vida, y por eso dicen que lo que llega es la música o la vibración sonora del tambor, y no las notas.

En la gramática y la lógica, se entiende que una palabra u otro tipo de símbolo tiene dos poderes, los de denotación y connotación pero los retóricos le incluyen un tercer poder: la sugestión, que en realidad es el verdadero contenido de la obra. En otras palabras, denotacion y connotación corresponden a la significación literal, alegórica y anagógica.

Anagógico (del griego ana-gogue = llevar hacia arriba) por el cual se pueden ver realidades y acontecimientos de una significación superior, en el sentido de superar la interpretación literal de los textos para acceder a la esfera superior donde se halla la Divinidad. Re-alzar las cosas hacia el lugar celestial o el mundo de la ideas.

La Escuela de la Manifestación se llama así porque a la percepción de rasa se la considera simplemente como la manifestación de una condición intuitiva inherente y ya existente en el espíritu, en el mismo sentido en que la Iluminación está virtualmente siempre presente aunque no siempre realizada. Es como decir que la percepción de rasa pasa a través de los muros en donde el alma está encerrada e impedida de brillar en su verdadero carácter, aunque predispuesta por simpatía y sensibilidad ideal.

Los dos impedimentos principales son el apego sensual e impedimentos mentales o sistemáticos, podría simplificarse diciendo que los principales impedimentos para rasa son las afecciones y los prejuicios. Blake: «el hombre se ha encerrado a sí mismo completamente… Si las puertas de la percepción se limpiasen, todas las cosas aparecerían como son, Infinitas».

Debe tenerse presente que desde el punto de vista indio la iluminación y la perfección están siempre virtualmente presentes, es decir, no han de ser adquiridas por ningún medio sino sólo reveladas cuando el espejo del alma está limpio de polvo. Esta es una metáfora particularmente aplicable en el campo estético.

La contemplación estética no puede enseñarse. Todo lo que puede hacerse es deshacer las barreras que se interponen en la vía a la realización.

En la Upanisad, se dice que el mundo se conoce por medio de el nombre (nama) y el aspecto (rupa), lo que es decir: idea e imagen. «La voz: es aprehendida por la idea y por la voz uno enuncia pensamientos» como «la vista: es aprehendida por el aspecto, entonces uno ve las cosas por el ojo».

Aquí se hace una clara distinción entre los medios de percepción funcionales (por ejemplo la facultad intrínseca del ojo) y su uso determinado por la inteligencia.

La voz debe distinguirse del habla, ya que el habla se identifica con la discriminación o el intelecto puro, en donde el habla hace conocido al nombre.

Nombre y aspecto son las convenciones fundamentales (respectivamente inteligible y sensible) por las que los fenómenos son cognoscibles (discriminados). Así, el nombre y aspecto son las dos manifestaciones del Brahman, por las que Él es conocido en el universo contingente, «siendo el aspecto intelecto, en tanto que es por el intelecto como uno aprehende el aspecto», y «siendo el nombre habla, en tanto que es por el habla como uno aprehende el nombre», y estos dos no son distinguibles en naturaleza, pues «todo lo que es nombre es ciertamente aspecto». El último pasaje afirma realmente la identidad en principio de todas las artes citando a Eckhart, «la forma es una revelación de la esencia».

Hay de hecho tres modos de visión, la del ojo carnal funcional, el ojo angélico (el intelecto), y el ojo de la sabiduría transcendente (gnosis). Respectivamente son funcional, omnividente, y presenciador en simultaneidad. El último es el tercer ojo de Diva, que destruye, o más bien transforma, la apariencia por su no percepción de la dualidad… es decir, la percepción en la Unidad. Lo que es lo mismo decir que: «No son los aspectos lo que uno debe buscar comprender, sino al Veedor de los aspectos».

La teoría india, en los orígenes y la formulación, a primera vista parece exclusiva de la India, extraña, ajena, pero prescindiendo de la forma idiomática y mítica-específica que usa para expresarse, es universal. De hecho no difiere de lo que está implícito en la visión china del arte, ni, por otra parte, difiere tampoco en nada esencial del punto de vista cristiano escolástico, o de lo que se afirma en los aforismos de Blake, aunque si difiere esencialmente de las modernas interpretaciones no-intelectuales del arte como mera sensación.

Probablemente los elementos más significativos de la teoría asiática del arte son: que la experiencia estética es un éxtasis en sí mismo inescrutable, pero en la medida en que esa experiencia puede ser definida es una delectación de la razón, y que la obra de arte misma, que sirve como estímulo a la liberación del espíritu de todas las inhibiciones de la visión, sólo puede venir al ser y tener ser como una cosa elaborada para fines específicos.

El Cielo y la Tierra están unidos en la analogía del arte. Esa es una ordenación de la sensación hacia la inteligibilidad que tiende hacia el la posibilidad de que el veedor percibe todas las cosas imaginadas en sí mismo, como perfección última.

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