5 / Análisis de Alejo Boquet / Miércoles 31 de Marzo, 2010

El hombre visto desde afuera

En este capítulo el autor se va a concentrar principalmente en dos conceptos, cuerpo y espíritu. Analiza diferentes conceptualizaciones del espíritu y de su relación con el cuerpo, para intentar entender qué es eso a lo que llamamos “espíritu” y como se externaliza.
Los hombres primitivos definían al espíritu como materia sutil, o una especie de humo o un hálito. Pero Descartes, por el contrario, propone que el espíritu no es para nada una cosa, y que por eso mismo no reside en el espacio, que es indiviso y que está todo recogido, que se concentra irresistiblemente. Afirma que no es posible conocer al espíritu por si solo, sino mediante las manifestaciones del cuerpo de los demás.
Merleau Ponty plantea que para nosotros, los otros son espíritus que frecuentan un cuerpo. Dentro de él están todas las posibilidades de su presencia. Mediante el cuerpo y en el espacio, se desarrolla la expresión del espíritu, y no por eso el espíritu es espacial, ni matérico.
El autor da un hipotético ejemplo, se refiere a su relación con un tal Paul y analiza un momento (propio) de ira hacia este sujeto. Ese pensamiento o esa sensación de ira se desarrolla en la relación de él y Paul en un determinado lugar, gracias a sus cuerpos, pero estos pensamientos manifestados jamás pueden ser materia, lo que le permite afirmar que entonces la ira es, o equivaldría, a un espíritu.

Descartes afirma que el alma no es solo el piloto del cuerpo sino que sufre con el, y que están estrechamente unidos, a pesar de lo cual se los puede distinguir entre si.
“Los psicólogos de ahora (afirma Ponty) plantean que no vivimos en la conciencia de nosotros mismos, ni en la conciencia de las cosas sino en la experiencia del otro, que del cuerpo del otro aprendemos los signos físicos que denotan emociones. Que desde la lactancia se aprende a conocer el espíritu como comportamiento visible en la intimidad de su propio espíritu.”
El adulto se descubre en su propia vida, desde el medio (la cultura, el lenguaje, los libros, las enseñanzas). Se descubre a si mismo. El hombre es en sociedad, y de esta manera forja su forma de externalizar las emociones, estados de ánimo, sus pensamientos. El contacto de nosotros mismos con nosotros mismos siempre se realiza a través de una cultura que recibimos desde afuera que nos orienta en el conocimiento de nosotros mismos.
Estamos solos y a su vez nadie puede abstenerse de los otros, la vida es personal y colectiva. Todos partimos de la misma chispa, no somos tan distintos, aunque si es verdad que tenemos diferencias en nuestros propios pensamientos pero estos a su vez se desprenden del medio y se desarrollan en ese medio. Todos no somos más que uno.

Cerrando el capitulo a modo de prevención Merleau Ponty plantea que tengamos cuidado en no caer en la idealización de una comunidad de espíritus puros y que veamos lo que realmente son las relaciones en nuestras sociedades: “la mayoría de las veces, relaciones de amo a esclavo. Recomienda que “no nos escudemos en nuestras buenas intenciones, y que veamos en qué se convierten una vez fuera de nosotros”.
A la vez, afirma que ver al hombre desde afuera es la crítica y la salud del espíritu.

Conclusión personal.
Es importante el contacto con uno y con los demás, es importante verse desde uno y verse desde los ojos de los demás, es necesario encontrarse con el otro, es necesario vivir en sociedad, todo esto es menester para desarrollarse en la vida pero es necesario también analizar la sociedad en la cual nos desenvolvemos, en la cual nos criamos y que aunque nos condiciona como seres, a su vez nos desarrolla como personas.
Vivimos en una sociedad egoísta, en la que encontrarse con el otro se hace cada vez más difícil, la vorágine de la ciudad nos consume, el miedo al otro no nos deja ver más allá, no nos deja mirarnos a los ojos, no nos deja mirarnos por dentro. La competencia entre pares, esa carrera hacia lo material hacia los honores y los lujos, hacia el éxito y otros pedestales. Eso nos propone esta sociedad, sociedad digitada desde arriba, sociedad de desiguales con un solo fin, alimentar la avaricia de unos pocos bajo el sometimiento de las grandes mayorías, humillando y marginando a los más desplazados, dejándoles una mirada perdida en alguna esquina sin salida, dejando un lago de des-encuentro y miradas esquivas, de vociferaciones jamás escuchadas de llantos inútiles.
“Uno es lo que hace” dijo una vez Jean Paul Sastre, (el existencialismo es un humanismo) pero se hace difícil (al menos es aparentemente inequitativo) juzgar desde la comodidad del hogar o debajo de un techo sin goteras la marginalidad sub-urbana, se hace difícil juzgar a quien por no tener un futuro pierde su brújula y sus acciones se hacen desagradables. Estamos en presencia de una nueva civilización y barbarie, entramos en una categorización de adaptados e inadaptados al sistema.
Se hace vital escapar de la jaula invisible, se hace vital por momentos reflexionar y ver nuestro mundo desde afuera, ver al hombre desde afuera y entenderlo en sociedad, en una sociedad erguida sobre una contradicción principal y poder lograr entender el porque de las acciones y entender que la barbaridad no se desarrolla abajo sino desde bien arriba, desde donde unos pocos deciden el futuro y la vida de los pueblos.

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