Llama / Miércoles 23 de junio / Natalia Ponce Rivelli



En casi todas las culturas se ha identificado de forma simbólica a los animales con alguna cualidad, propiedad o característica de la vida de los seres humanos. En ocasiones ha sido con el valor o la fuerza; en otras con la muerte, la vida de ultratumba o la resurrección; también se han relacionado con aspectos sagrados y divinos. La llama fue representada en muchas culturas precolombinas en actitudes naturalistas, por lo general en asociación al hombre y actividades domesticas, o en objetos de uso ceremonial destinados a cultos agricolas asociados a la fertilidad de los rebaños.
Entre los pastores es el animal preferido en los sacrificios para pedirles favores a los dioses, y tiene un carácter divino-astronómico relacionado al ciclo del agua. las llamas fueron representadas en la cerámica Mochica (200-600 d. C.) y constituyeron los únicos animales ungulados domesticos del Imperio Inca. Fueron apreciados no solamente como las bestias de carga, sino también por su carne y las lanas. De hecho, las llamas fueron utilizadas en lugar del caballo, del buey, de la cabra, y de las ovejas originarios del Viejo Mundo. Con su mirada altiva y desafiante, pero a la vez con su nobleza y humildad, la llama es reina y señora de las alturas andinas, donde grandes hatos de diversas especies señorean como rebaños de los campesinos que, por su cantidad y calidad, miden su jerarquía económica en las sociedades aymaras y quechuas, y no sin razón, pues tener estos camélidos constituye una fuente de ingresos muy importante en la economía de esos pueblos.
La Llama es el símbolo patrio boliviano que representa al reino animal o fauna autóctona de Bolivia y se encuentra representada en el Escudo de Bolivia. También aparecía en el primer Escudo de Peru de 1820, si bien luego se cambió por una vicuña. Cabe destacar que la llama también está presente en el escudo comunal de la ciudad chilena de Calama.
Para los integrantes del Imperio Inca la creación de las llamas se explica mediante un mito muy especial: el hijo de Manco Capac y Mama Ocllo (los fundadores míticos del imperio inca, en una de sus leyendas), se enamoró de una de sus hermanas menores que estaba destinada a ser una Virgen del Sol. El emperador inca prohibió el matrimonio y los jóvenes desobedeciéndolo huyeron al campo, con lo que su padre los condenó a muerte. La madre pidió clemencia al dios Viracocha, quien se apiadó de ella convirtiéndolos en una pareja de llamas. Un día Manco Cápac oyó hablar de la existencia de dos animales que vagaban con una mirada humana en sus ojos y ordenó que los capturasen y llevasen al Cusco y cuando los tuvo delante, los reconoció y los mandó sacrificar. Los espíritus emprendieron viaje por la vía láctea a la morada de Viracocha. Se dice que cuando las llamas lleguen a su destino, recuperarán su forma humana y regresarán al mundo para un nuevo reino con armonía entre los hombres.
La llama era también el símbolo del poder soberano. El Inca recibía como regalo la napa, una llama blanca recubierta de una prenda escarlata, y adornada con zarcillos de oro y un collar de conchas rojas. Con motivo de las cuatro grandes fiestas incaicas, que se celebraban en los solsticios y los equinoccios, miles de llamas blancas eran sacrificadas al dios Sol. Una característica significativa de la importancia de la llama para esta civilización consiste en que los límites del imperio coincidían con los límites de la extensión de las llamas.

En el antiguo Perú la mayoría de constelaciones que se veían en el cielo no estaban formadas por conjuntos de estrellas, como lo entendemos hoy nosotros, sino por las manchas negras, los espacios vacíos que hay entre los conjuntos de estrellas, la parte iluminada del cielo. La constelación andina se puede reconocer porque tiene la forma del cuello y la cabeza de una llama, y en el lugar de los ojos hay dos estrellas muy brillantes. Quizás por ser estas constelaciones andinas espacios oscuros, y por representar la llama, las llamas de lana negra eran muy usadas en las principales ceremonias religiosas del Tawantinsuyu. Existe un mito sobre la constelación de la llama tambien llamada “El mito de Yacana” La constelación que llamamos Yacana, es el camac de las llamas, osea su fuerza vital, el alma que las hace vivir. Yacana camina por un grán río (la Vía Láctea). En su recorrido se pone cada vez más negra. Tiene dos ojos y un cuello muy largo.
Se cuenta que Yacana acostumbraba beber agua de cualquier manantial, y si se posaba encima de alguien le transmitia mucha suerte. Mientras este hombre se encontraba aplastado por la enorme cantidad de lana de Yacana, otros hombres le arrancaban la fibra. Todo esto ocurría siempre de noche. Al amanecer del día siguiente se veía la lana que habían arrancado la noche anterior. Esta era de color azul, blanca, negra, parda, las había de toda clase, todas mezcladas. Si el hombre afortunado no tenía llamas, rápidamente compraba algunas y luego adoraba la lana de la Yacana en el lugar donde la habían arrancado. Tenía que comprar una llama hembra y otra llama macho, y sólo a partir de estas dos podía llegar a tener dos mil o tres mil. Esta era la suerte que la Yacana confería a quienes se posaba encima de ellos. Se cuenta que en tiempos muy antiguos, esto le ocurrió a muchas personas en muchos lugares. A la media noche y sin que nadie lo sepa la Yacana bebe toda el agua del mar, porque de no hacerlo el mar inundaría al mundo entero.

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