Teoría del arte asiático IX / Agostina Frigidi / junio 22

La experiencia estética y el por qué del arte. La justificación del arte, en referencia al uso y al valor, sirve a los cuatro propósitos de la vida: ACCIÓN CORRECTA, PLACER, RIQUEZA y LIBERACIÓN ESPIRITUAL.

Los tres primeros son fines próximos, la liberación espiritual es el último fin de la vida.

El uso se define en relación a la experiencia estética, y el arte se define como expresión informada por la belleza ideal.

La mera narración, la utilidad a secas son arte en sentido rudimentario. Tampoco tiene el arte como tal un valor meramente informativo. El hombre de poco entendimiento puede no ser capaz de reconocer que el arte es por naturaleza una fuente de deleite, cualquiera sea la ocasión de su aparición. Por otro lado, no puede imaginarse un arte sin utilidad ni sentido. La doctrina del arte por el arte no tiene validez aquí: “todas las expresiones humanas o reveladas se dirigen a un fin más allá de sí mismas o sino es comparable a la perorata de un loco”.

En esta teoría la palabra más importante es RASA, que sería la belleza ideal pero significa “tinte” o “esencia”, traducida acá por saboreo, el acto de saborear.

Rasa se usa en plural, con referencia a las diferentes condiciones emocionales (amor la más alta) y en singular, en relación al acto interior del saboreo del sabor no particularizado.

Lo que vale distinguir acá es que la idea de que la belleza estética se saborea y solo se conoce por medio del sabor, en la actividad del saboreo: de las bellezas relativas a las partes, como del todo de la obra.

La belleza formal se sentirá en el trazo, el ritmo, en la vitalidad, en la unidad y cualquier tema por desagradable (o no) que fuese, puede devenir tema de RASA.

La pura experiencia estética es de aquellos en quienes el conocimiento de la belleza ideal es innato, es conocida intuitivamente en éxtasis intelectual sin acompañamiento de ideación en el nivel más alto del ser consciente. Este carácter no se obtiene por el estudio, sino que es innato o cultivado, depende de una sensibilidad ideal y de la facultad de autoidentificación con las formas representadas. Entonces, el sabor es saboreado por aquellos que tienen una pureza o sencillez de corazón y un carácter interno o hábito que tienda a rechazar la atención de los fenómenos externos.

El conocimiento de la belleza ideal no puede adquirirse, pero desde el punto de vista indio, el genio no es una manifestación fortuita sino la consecuencia necesaria de una rectificación (modificación, corrección) de la personalidad entera. La experiencia estética es una transformación de sentimientos y de comprensión. Esto es posible en quienes esta transformación ha tomado lugar.

Cierra esta parte diciendo que de la misma manera en que la intuición original surge de la autoidentificación del artista con el tema, de la misma manera la experiencia estética surge de la identificación del espectador con el tema presentado.


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