Teoría del arte asiático VIII / Gabriela Mateo / junio 15

un mar revuelto: sobre la isla de Sado, la Vía Láctea / Matsuo Basho
Imágenes Katsushika Hokusai

La concepción básica del Zen es una síntesis entre Taoísmo y budismo Mahayana, busca el autoconocimiento como punto de partida para el conocimiento del Ser universal. Aquel que ha llegado al máximo vacío, dice Lao-tse, estará fijado sólidamente en el reposo…Volver a su raíz [volver al principio y a la vez fin último de todos los seres, es entrar en el estado de reposo] según palabras de Güenon en el Simbolismo de la Cruz.

Conocida como sabiduría Chang en China y teoría Zen en Japón, no es solo un camino hacia la experiencia perfecta, es también una vía hacia el perfeccionamiento del carácter; implicando todo y más de lo que entendemos por cultura, el Chang Zen actúa como un principio activo que penetra cada aspecto de la vida humana.

La práctica del Zen busca ayudar al individuo a develar la clave con la cual comprender al esencia de las cosas, tomando como soporte ritual el presente, lo cotidiano y espontáneo; pues se trata de que el alumno lo vea todo de nuevo, que logre contemplar la realidad oculta ante sus ojos; lo cual se logra volviendo sobre la psique para reeducarla en este nuevo conocimiento universal, liberándola de la dualidad, y así abrir la posibilidad de contemplar la existencia desde lo absoluto.

Existen diferentes vías y ejercicios que se practican para ir acercándose a esta teoría, en el caso de la meditación Zen, esta consiste en dejar inactiva la mente, meditar en el vacío, lo que también se llama el wu-wei, la no-acción, y es alterando nuestra manera de pensar; pues aquello que permanece cuando el vacío mental se produce es la esencia del Zen.

No obstante, buscar el vacío mental no está en relación con negar nuestra mente o con eliminar los deseos o las pasiones, ya que estos, son parte inherente de la naturaleza humana, y por lo tanto inevitables. Se trata de salir de la rueda situándonos simbolicamente en el centro de ella, en el refugio de nuestro corazón, desde donde es posible observar quietamente sus movimientos, dejando que los deseos y pasiones circulen, que vengan y vayan como viene la primavera y luego se va, como lo más natural del mundo. Es así como sucede todo con esas las leyes que rigen el Universo y de las que no es posible la exclusión, porque es ese el ritmo con el que fluye la vida y todos estamos sujetos a sus leyes. Situados en el centro de la rueda, en el corazón, los deseos banales desaparecen, y no queda más que el flujo de la vida, es decir el Zen, advirtiéndose que no hay más que vivirla, haciéndonos conscientes de nuestro papel central en ella, contemplando su armonía, su perfección infinita, siempre inacabada, siempre por descubrir.[M.A.Diaz].

En otros casos, los métodos empleados por los maestros Zen, tienden a provocar el desconcierto mental apelando al humor y al ironía, como vehículos para abrir la puertas de la mente a una nueva simbolización. Tal es el caso de ciertos koan, los cuales operan como una suerte de paradojas, que les son planteadas a los alumnos para que estos las resuelvan, por ejemplo el maestro Hakuin solía pedir a sus alumnos que escuchasen el sonido que emitía una palmada dada con una sola mano. Luego debían dar sus conclusiones.

Así como la doctrina Zen se ocupa de esta búsqueda del conocimiento universal, existen diversos caminos para llegar a esa Verdad Trascendente; vemos que desde otras perspectivas el mismo espíritu creador se ha manifestado en los diferentes pueblos y razas configurando una determinada manera de comprender el mundo, una determinada cosmovisión. Las expresiones artísticas, símbolos, mitos y ritos enmarcados en cada cultura son un claro vehículo para comprender la idea de Unidad del Universo que comparten diferentes culturas.

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