Eckhart: visión del arte IV / Gabriela Mateo / agosto 3

Eckhart concibe a las ideas no como ideas platónicas inmutables y ajenas al intelecto sino que estas se presentan a la manera de fuerzas, principios de trabajo vivos y particulares. Dios tiene la capacidad de conocer todas las ideas a la vez, de perfecta y en única forma, pero nosotros tenemos un conocimiento temporal de ellas, estas son “vivientes”, no existen a la manera de patrones fijos e inmóviles. Así, si realizar la obra es descubrir el velo que la oculta en la espesura de la madera o lo blanco del lienzo, recordemos en esto las palabras en otros capítulos estudiadas, de Deleuze, la obra irrumpe cuando se han barrido los clichés, cuando el caos se ha llevado todo el excedente que la mantiene oculta.

En el caso del pintor que pinta su propio retrato, tanto su pericia como su imagen estarán en ese retrato, su imagen a la manera de una semejanza, de un parecido. “la obra viene del hombre exterior y del hombre interior, pero el hombre interiorísimo no toma parte de ella. Al hacer una cosa el verdadero sí mismo interiorísimo de un hombre se muestra la exterioridad.”

En el toque y el estilo la obra revela al hombre, de la misma manera que el hacha que lleva a cabo el fin deseado por el trabajador, deja su marca en la madera. La forma es una revelación de la esencia, en la que no hay ni imagen ni semejanza. La esencia podemos encontrarla en todas las cosas, ella mueve todas las cosas movibles como a criaturas.

Las cosas inteligibles se presentan en la escritura bajo figuras sensibles, para que las propiedades de estas puedan comprenderse según la similitud, a través de figuras sensibles.

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