Cada objeto está entre una
especificidad práctica: su función (una suerte de discurso manifiesto) y la
absorción de una serie-colección en la que es término de un discurso latente).
Discurso homólogo al de los hábitos.
Hábito (discontinuidad y
repetición). Mediante la distribución del tiempo en esquemas habituales
resolvemos lo angustioso de la continuidad y la singularidad del
acontecimiento. Con la integración discontinua a series disponemos en sentido
propio de los objetos: los poseemos. Este registro sirve de pantalla frente al
devenir irreversible de lo real. Así una franja del mundo nos pertenece dócil y
nos sustrae de la angustia. Los objetos nos ayudan a dominar al mundo por su
inserción en series instrumentales y por su inserción en series mentales a
dominar el tiempo, al discontinuarlo y clasificarlo.
El reloj: muestra el doble modo
como vivimos los objetos: informa acerca del tiempo objetivo que es la
dimensión de las constricciones prácticas, de la exterioridad social y de la
muerte. Y al mismo tiempo el reloj pulsera en calidad de objeto nos ayuda a
apropiarnos del tiempo. Al dividirlo lo convierte en objeto consumido. Lo
domestica.
El tiempo en la colección: el
poder de los objetos coleccionados radica en el hecho de que la organización de
la colección misma sustituye al tiempo. Al repertoriar el tiempo en términos
fijos a los que puede mover reversiblemente, la colección expresa el perpetuo
recomenzar de un ciclo dirigido en el que el hombre juega a cada instante,
partiendo de cualquier término y seguro de regresar, el juego del nacimiento y
la muerte.
El automatismo expresa el triunfo
de la mecánica y el ideal mitológico del objeto moderno. Es el objeto que cobra
una connotación de absoluto en su función particular.
Para hacer automático un objeto
práctico es necesario una redundancia funcional que arroja al hombre a una
posición de espectador.
Ejerce una fascinación que no es
de racionalidad técnica : la experimentamos como deseo, como verdad imaginaria
del objeto. “Que todo marche solo”. Deseo de automatismo anclado en los objetos
como nuestra imagen misma. Suerte de antropomorfismo.
Aberración funcional : El Gadget:
Así como el automatismo es una desviación técnica, el gadget es una aberración
funcional. Constituye un campo de complicación irracional, obsesión por el
detalle, tecnicidad excéntrica. En los objetos que nos rodean se observa que el
equilibrio técnico del objeto se ha roto: demasiadas funciones accesorias en
las que el objeto no obedece mas que a la necesidad de funcionar. Superstición
funcional: para cada operación debe haber un objeto posible, sino hay que
inventarlo.
La definición de chirimbolo es
“objeto o utensilio de forma extraña que no se sabe como nombrar” “Lo que no
tiene nombre”. Lo que el chirimbolo da a entender es una funcionalidad vaga, sin
límites, que es mas bien la imagen mental de una funcionalidad imaginaria.
Lo que antaño era excentricidad
encantadora y neurosis individual, en la etapa serial industrial se convierte
en desestructuración cotidiana de exaltación por los detalles. Esta
proliferación de detalles técnicos se acompaña de insuficiencia conceptual: el
lenguaje va atrasado respecto de los objetos que usamos.
Máquina es un término genérico
preciso a medida que ha pasado al dominio del trabajo social, pero el chirimbolo, a fuerza
de especializarse y sin exigencia social cae en la mitología. El chirimbolo significa una operación formal: operación total del mundo. El pelador de papas
eléctrico, el nuevo adminículo de la procesadora, dan satisfacción a la
creencia de que para toda necesidad hay un ejecutivo maquinal posible, que todo
problema práctico y hasta psicológico puede ser previsto y resuelto por un
objeto técnico. Queda así la naturaleza entera reinventada conforme al
principio técnico de realidad, como un simulacro total de naturaleza autómata.
Así la verdadera funcionalidad
del chirimbolo pertenece al orden del inconsciente. Adaptado a una funcionalidad
que no es práctica. El mito de una funcionalidad milagrosa del mundo es
correlativo a una funcionalidad milagrosa del cuerpo. El esquema de ejecución
técnica del mundo está ligado al esquema de realización sexual del sujeto, el
chirimbolo (instrumento por excelencia) es un sustituto del falo. Cualquier objeto
en el que su instrumentalidad práctica se borra puede ser investido de
instrumentalidad libidinal.
Detrás de cada objeto real hay un
objeto soñado.
El objeto soñado de la ciencia ficción: el robot.
Hay poca invención estructural
pero es una mina inagotable de soluciones imaginarias a necesidades y funciones
estereotipadas. Ejemplifica al automatismo. El mito del robot resume todos los
caminos del inconsciente en el dominio del objeto. Es un microcosmos simbólico
del hombre y del mundo y los sustituye. Funcionalidad absoluta. Antropomorfismo
absoluto.
Debe ser símbolo del mundo
funcionalizado y a la vez personalizado. Tranquilizador que exprese el poder
del hombre sin caer en la identificación.
Sigue siendo un objeto, y por lo
tanto esclavo. Puede tener todas las cualidades salvo aquella en la que el
hombre es soberano: el sexo. Allí reside su valor simbólico. Mediante su
polifuncionalidad da testimonio del imperio fálico sobre el mundo. El robot es
un esclavo asexuado, regido, dominado. Es una sexualidad proyectada
neutralizada y conjurada, es un falo esclavo.
El universo de la ciencia ficción
es asexuado.
El tema del esclavo está ligado
siempre al de rebelión. Esta es común en los relatos de ciencia ficción. El
robot es como esclavo muy bueno y muy pérfido, bueno como la fuerza encadenada
y muy malo como la que se desencadena. Esta fuerza es su propia sexualidad
liberada, rebelde y amenazante. Es lo que expresan las múltiples e
imprevisibles variaciones de los robots. El hombre choca entonces con las
fuerzas mas profundas de sí mismo. Insurrección de las energías fálicas
esclavizadas: ese es el sentido de la perfidia mecánica de los robots.
En los relatos vemos dos soluciones:
el triunfo moral del hombre al domar las fuerzas malas, o las fuerzas malas
(los robots) se autodestruyen llevando el automatismo hasta el suicidio. La
técnica consuma su propia perdición y el hombre vuelve a la “buena naturaleza.”
Si el robot simboliza una
sexualidad sometida, la desintegración del robot constituye para el hombre el
espectáculo simbólico de la descomposición de su propia sexualidad después de
haberla sometido a su imagen.
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