1 / Introducción

El mundo percibido y el mundo de la ciencia

El mundo natural que nos revela la percepción, es decir, el mundo revelado a nuestros sentidos, no necesita instrumentos de medición. Solo es necesario abrir los ojos para penetrarlo. Escucharlo, olerlo, tocarlo… gustarlo.
Pero eso es una falsa apariencia, porque gran parte de ese mundo, mientras permanecemos en actitud práctica o utilitaria es ignorado por nosotros. Uno de los méritos del arte y el pensamiento moderno (según Ponty) es hacernos re-descubrír ese mundo y acceder a la verdadera naturaleza de las cosas.
Para la ciencia, el mundo verdadero no son las luces o colores que ven los ojos naturales, son ondas que se encuentran detrás de esas fantasías sensibles. Descartes llegó a decir que a través del examen de las cosas sensibles se puede descubrir la impostura de los sentidos y que se puede aprender a no confiar en esos sentidos, sino en la inteligencia. Lo cual pareció un verdadero progreso en el camino del conocimiento, relegando a la percepción natural como una manera ingenua de ciencia. Ejemplo: un trozo de cera. ¿Qué es la cera, esa cera? No es el color, ni el olor, ni su blandura. Nada de eso es constitutivo de la cera, porque si la fundo con calor puede perder todas esas cualidades sin dejar de existir, se transforma en un líquido. Sin embargo, la cera sigue estando ahí. Entonces, lo que permanece (a pesar del cambio de estado) es un fragmento de materia sin cualidades con un cierto poder de ocupar el espacio y de recibir diferentes formas sin que el espacio ocupado ni la forma recibida sean determinados. Eso es la cera. En consecuencia, la verdadera cera no se ve con los ojos. Solo es posible concebirla con la inteligencia. Por eso para Descartes, la percepción es una especie de ciencia en estado aun confuso. Es decir, que la percepción sensorial es a la “verdadera” ciencia lo que la apariencia es a la realidad. Para Descartes, la ciencia, la “verdadera” ciencia, es el campo de la verificación escrupulosa.
Pero el pensamiento y el arte moderno (dice Ponty) rehabilitan la percepción y el mundo percibido sin negar el valor de la ciencia (ya sea como instrumento del desarrollo técnico o como escuela de exactitud y veracidad). Cuando la ciencia no existía, cuando la Ciencia se “inventó” se esperaba que resolviera y explicara todo. Y el planteo de Ponty no intenta impugnarla, pero si intenta saber si la ciencia verdaderamente ofrece una representación completa del mundo, un conocimiento completo del mundo. Merleau-Ponty no es hostil a la ciencia ni se niega a la ciencia, pero trata de saber si la ciencia tiene el derecho de negar o excluir como ilusorias las búsquedas que no proceden como ella, por medidas y comparaciones.
En realidad desde el siglo XIX los científicos consideran a sus leyes y teorías en forma relativa, y dudan de que esas leyes sean la imagen exacta de la que ocurre en la Naturaleza. Mas bien se consideran en manejo de esquemas o de unos conocimientos aproximados, destinados a ser corregidos (por una investigación más precisa en cuanto se tenga la capacidad técnica para hacerlo). La ciencia sabe desde el siglo XIX, que la experiencia está sometida a un análisis que no concluye puesto que no hay límites a la observación y porque siempre es posible imaginarla más completa o exacta.

El hecho percibido y los acontecimientos no pueden ser deducidos de leyes cerradas o fijas sino más bien a la inversa: la ley es una expresión o descripción aproximada por la estadística de ese acontecimiento. Pero a diferencia del científico de antes, el científico actual no tiene la ilusión de llegar al corazón de las cosas, al objeto mismo. (A la imagen “eidética” de la cosa.)

La física de la relatividad confirma que la objetividad absoluta y última es un sueño ligado a la posición del observador, inseparable de su situación y además rechaza la idea de un observador absoluto. No podemos jactarnos de llegar a un objeto, de conocerlo, de comprenderlo, mediante el ejercicio de una inteligencia pura y no situada. Como un Dios, como lo vería un Dios, sin la huella relativa de todo lo humano. La ciencia y la filosofía de la ciencia, aparentemente abrieron la puerta a una explicación del mundo percibido (las diferentes “ciencias o conocimientos de cada edad humana lo hizo). Además Ponty agrega que también el arte puede ofrecer una visión nueva de las cosas.

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