Iskay purajúma amáru, serpiente de dos cabezas / Miércoles 16 de junio / Fernanda Tramontani

(ISKAY= dos; UMA = cabeza; AMARU = serpiente (PURAJ es un prefijo que pluraliza el sustantivo que le sigue). (Ver adjunto.)

Este mitograma reproduce su concepciones de la vida, sus cosmogonías, sus creencias referentes a la vida de ultratumba, sus experiencias esotéricas y pusieron de manifiesto su modalidad de vida basada en la mística, en la solidaridad y en la cooperación.

Para la cosmovisión andina, el espacio místico se divide en mundo superior o mundo trascendente (Hánan Pacha), en el mundo terrestre o mundo visible (Kay Pacha) y finalmente el mundo subterráneo o mundo invisible (Úray Pacha). Pacha en tanto que principio único universal, es sustentador de todo cuanto existe y es la esencia de todas las cosas. Se halla en los tres mundos como única sacralidad invisible, inmanente y eterna. Dentro de este Universo andino, Pacha en cuanto Gran Todo Cósmico, lo es todo y nada existe fuera de él. Ese mundo fue representado por medio de una forma redonda u oval y está metonimizado por la serpiente Amaru bicéfala, ya que convierte un mundo en el otro (interrelacionándolos, no uniéndolos) y es capaz de conectar los tres planos o niveles de la realidad humana aparente.

Conociendo la existencia de esta cosmovisión se puede entender la importancia de la Serpiente bicéfala. Consiste en la re-transformación constante de todo lo que existe.

Dibujar sobre rocas o vasos era para ellos su modo de escribir, su modo de trasmición cultural. No buscaban hacer los dibujos uno igual al otro buscando la igualdad del diseño. Su arte no se aprendía sino que se sentía.

Esta imagen posee una cabeza a cada extremo. Es símbolo o Unancha de Pacha en cuanto reconversor torna al día en noche, la vida en muerte, la salud en enfermedad, y viceversa. La dualidad y la bidimensionalidad son clave y esencia de la vida humana. Estas cabezas ofídicas se hayan representadas cada una por dos triángulos adosados a fin de presentar los dos ojos simultáneamente, sin profundidad de campo ni volumen. Coincidentemente, siglos después, este tipo de representación plana con simultaneidad de puntos de vista fue la base del movimiento pictórico conocido como cubismo.

La serpiente bicéfala representa la retransformación de todo lo que existente en el Mundo Terrestre. Los seres y las cosas mutan y hacen su pasaje de la vida a la muerte, de la alegría a la tristeza como una ineludible ley basada en la dualidad luz y sombra, como clave de nuestra existencia efímera e ilusoria. Ni la muerte ni la desgracia eran consideradas como una transgresión ni un castigo, sino como sujeción natural a la eterna ley de Pacha.

Esta serpiente bicéfala fue dibujada repetitivamente a modo de banda bordeando la pieza. Esta serie se enmarca con líneas rectas hechas a mano configurando registros horizontales significantes.

Cada cabeza está formada por un triángulo pleno, sin ojos ni otro tipo de agregados ni complementos. Su cuerpo aparece punteado lo que lo destaca del fondo y de la cabeza.

En este puco se puede observar una serpiente bicéfala ondulada modelada y en relieve sobre todo el contorno de la pieza. Entre ambas cabezas se encuentra un espacio lo que genera un efecto de cierre y optimiza y tensiona el diseño.

Es importante el contraste que se observa en algunos diseños. Contrastes cálido-frio entre dos colores (generalmente rojo-negro), alusivos a la ya mencionada eterna dualidad luz–sombra, día-noche o Sol-Luna.

En este cuenco encontramos a la serpiente bicéfala geometrizada al máximo, reduciéndo la forma a líneas rectas, triángulos y rectángulos. En su cuerpo se halla en negativo el mitograma de otra serpiente, acéfala y con líneas zigzageantes. Los ojos son cuadrangulares. Todo el fondo es de un pleno gris-negruzco que acentúa las líneas del dibujo de rayas realizado con herramientas de punta muy fina.

Podemos relacionar este mitograma de la cultura andina con el Yin Yang, símbolo oriental basado en la dualidad de todo lo existente. Describe las dos fuerzas opuestas y complementarias que se encuentran en todas las cosas: luz/oscuridad, sonido/silencio, calor/frio, movimiento/quietud, vida/muerte, mente/cuerpo, masculino/femenino, etc.

Estas fuerzas están en equilibrio. Son dos polaridades dinámicas y complementarias (como el respirar: inhalar-expirar, una no puede existir sin la otra). La interacción de estas dos fuerzas producen los cambios que mantiene el mundo en movimiento.

Cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo. De esto se deduce que nada existe en estado puro ni tampoco en absoluta quietud, sino en una continua transformación.

Todo tiene su opuesto, aunque este no es absoluto sino relativo, ya que nada es completamente yin ni completamente yang. Son interdependientes, no pueden existir el uno sin el otro.

Pueden mutarse a sus opuestos como la noche se transforma en día, lo cálido en frío, la vida en muerte. Sin embargo, esta transformación es relativa también. Por ejemplo, la noche se transforma en día, pero a su vez coexisten en lados opuestos de la tierra.

Cada uno subsiste en el otro, lo que conlleva que el absoluto se transforme en su contrario. Por ejemplo, una semilla enterrada soporta el invierno y renace en primavera.


El símbolo del Caduceo, de la tradición hermética, también revela que la vida siempre se expresa por contrastes, de ahí la necesidad de complementar los opuestos, pues en definitiva de esa unión procede la propia respiración del universo. Esta idea está representada por el eje vertical a través del cual ascienden estas fuerzas representadas por dos serpientes enroscándose en torno a él.


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