Otra vez, la declaración de principios.

No es posible enseñar arte, pero si aprenderlo, y en eso el miedo no ayuda.

¿Cómo generar propuestas, instrucciones, sugerencias o consejos a un alumno, si NO es posible ser enseñado? ¿Cómo producir el conocimiento, la práctica necesaria para el alumno, mientras se pretende NO enseñar?

Primero es una cierta inmovilidad, un punto de partida para iniciar la relación con ese alumno. Es el lugar donde uno fija la idea del otro, y desde ese diminuto territorio de coincidencias y suposiciones (uno del otro) empieza una suma de preguntas extendidas en el tiempo, con el propósito natural de expandir esa relación y generar algo que se podría definir como un plan personalizado de enseñanza.

Esos interrogantes surgen de ver a la persona en su trabajo: en la idea y en el traslado de la idea. Desde esa perspectiva, hay dos tipos de materia que se pueden observar, la idea (intelectual, abstracta) como materia no-material y el traslado o verdadera materialización de la idea (orgánica, concreta: la obra) ya detenida del devenir del tiempo y del discurrir de la imaginación de su autor.

Una es tarea de la mente, de la emoción, de la percepción, de la intuición (es decir de un conocimiento interior) y la otra de las manos preparadas para construir, materializar, y en ése diálogo es donde hay mayores posibilidades de generar arte. En el diálogo, no en el dictado. Porque es fácil caer en la tentación de creer que “el cerebro es el que manda” y de hecho, el predicado en las peores academias es afirmar la importancia de ser fiel a las recetas.

Hacer arte es aprender a dialogar con lo que a uno más le preocupa y le interesa: con uno mismo. Uno mismo y sus fantasías, sensibilidades, preocupaciones, sueños, necesidades, dejando que las manos ayuden a que todos estos impulsos se exterioricen en una obra. Y, siendo nosotros seres únicos e individuales, también el resultado de nuestras cavilaciones deberán ser únicas y personales.

Pero, ¿cuál es la manera o el camino para ser genuinos a nuestra naturaleza individual? Parece que en tercer lugar está el encontrar la respuesta única de ése instante, y en segundo lugar está que esa respuesta sea el resultado de una pregunta inesperada. Pero poder escucharlas a ambas (a la pregunta y a la respuesta) ya que ese diálogo es en íntimo secreto, es el primer paso. Sin embargo, y antes que nada, se deben perder los temores a las razones del corazón y que éstas se impongan a los productos de la reflexión.

Ahí está la clave de porqué no es posible enseñar arte, pero si aprender, debido a que las respuestas están implícitas en nuestras preguntas, y somos nosotros mismos quienes nos enseñamos al ir descubriéndonos, esfuerzo en el que, efectivamente, el miedo no ayuda.

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